Las preguntas obligatorias antes de
comenzar cualquier lectura con perspectiva política son: ¿qué es la política? y
¿cómo esta se puede aplicar al análisis de un texto? Como recurso referente
utilizaremos el Diccionario de la Real Academia Española que define el término política
de las siguientes maneras: “1. adj. Perteneciente o relativo a la
doctrina política. 2. adj. Perteneciente o
relativo a la actividad política. 3. adj. Cortés,
urbano. 4. adj. Cortés con frialdad y reserva,
cuando se esperaba afecto.5. adj. Dicho de una
persona: Que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado. U.
t. c. s. 6. adj. Denota parentesco por afinidad. Padre
político (suegro)Hermano político (cuñado) Hijo político (yerno) Hija
política (nuera) 7. f. Arte, doctrina u opinión
referente al gobierno de los Estados. 8. f. Actividad
de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. 9. f. Actividad
del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su
voto, o de cualquier otro modo. 10. f. Cortesía y
buen modo de portarse. 11. f. Arte o traza con que
se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado. 12. f. Orientaciones o directrices que rigen la
actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado’’. De estas
doce acepciones que nos brinda la Real Academia Española descartaremos aquellas
que hagan alusiones a vínculos familiares o normas de comportamiento social y adoptaremos
como punto de referencia las que competen a los enlaces administrativos del
gobierno con los ciudadanos, a la participación de los mismos en el modo en que
se administra o se influencia el Estado, y a como se lucha por la
administración del poder en una comuna o sociedad.
Referente al relato que nos compete
en este análisis: Un señor muy viejo con unas alas enormes de Gabriel García
Márquez, la narración comienza en una
zona costera no identificada: “Al tercer día de lluvia habían matado
tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar su patio
anegado para tirarlos al mar” Aparecen tres personajes iniciales: Pelayo,
Elisenda (su esposa) y un niño enfermo; hijo de ambos. Es evidente la tristeza
en la que se encuentra esta familia y la sociedad circundante: “El mundo estaba
triste desde el martes” nos especifica la lectura. De pronto nos topamos con el
primer elemento característico del realismo mágico de Gabriel García Márquez en
sus cuentos y novelas: un viejo decrépito con alas que aparece en el patio de la casa. Este ser
sobrenatural comienza a atraer gente después de que una vecina “conocedora” de
la temática celestial lo categorizara como un ángel. Se vuelve un fenómeno de
atracción: “Es un ángel –les dijo la vecina—. Seguro que venía por el niño,
pero el pobre está tan viejo que lo ha tumbado la lluvia”. A esta coyuntura no
tardan en sacarle buen partido Pelayo y Eliseda se aprovechan de la ingenuidad
de los vecinos y curiosos, cobrando por ver al fenómeno caído del cielo. Estos
dos tipejos comunes se apoderan, administran y cobran para que los incautos
puedan ver el “ángel”. Estos son los
primeros visos de poder económico por parte de estos dos personajes y de poder
político por parte de la vecina, que a costas de este ser extraño se pueden
visualizar en el relato. Esta situación no
tarda en provocar la primera intervención del Estado del Vaticano
mediante la presencia de un párroco: “El padre Gonzaga llegó antes de las siete
alarmado por la desproporción de la noticia”. La llegada de este sacerdote inicia
una sutil lucha de poder dentro del marco de la fe: por un lado La Santa
Iglesia Católica Romana y por otra parte la vecina “conocedora de lo sagrado”
junto con los seguidores de este fenómeno denominado como un ángel. El
sacerdote enseguida adopta una postura escéptica, intentando quitarle validez a
los comentarios de la vecina y a las creencias de los que comenzaron a
peregrinar para ver el fenómeno caído del cielo. La presencia del “ángel”,
provoca una sutil lucha de poderes entre los creyentes del ángel, seguidores
del mismo y la postura del representante oficial del Estado del Vaticano que
busca de alguna manera desvirtuar las creencias de fanáticos.
La plebe llega a tal estado de excitación
por el fenómeno que quieren darle cantidades de poderes políticos que van
desde: “Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros,
de espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco
estrellas para que ganara todas las guerras”. Surge una lucha política
entre la posición de la Iglesia Católica representada por el sacerdote y los
comunes que exaltan a simple vista a este ser “divino” a quien de buenas a
primeras quieren adjudicarle capacidades sobrenaturales. Durante todo este proceso
de lucha de poderes internos entre el representante de la Santa Sede y los
fanáticos del visitante anormal, Pelayo y Eliseda continúan enriqueciéndose,
por el dinero que les generaba el fenómeno enjaulado en el patio de su
residencia, estos personajes se vuelven claros símbolos del capitalismo dentro
de la lectura. Era evidente la postura contraria del párroco a declarar este
ser como un ángel, ya que: “El párroco tuvo la primera sospecha de impostura al
comprobar que no entendía la lengua de Dios ni sabía saludar a sus ministros. El
viejo con alas no reconocía el poder de la Iglesia Católica ni hablaba el
idioma del latín”. Con este argumento el sacerdote intentaba mantener su poder
sobre lo sagrado, la opinión de la comunidad y desacreditar las mentes
afanadas, que se dejaban deslumbrar por el oropel atribuido de lo que a su
juicio era un simple viejo con alas que no reconocía el poder oficial de
Iglesia Católica Romana, depositado en su persona. Mientras la vecina “sabia”
se reafirmaba en su argumento inicial y le hacia coro a los seguidores del
ángel.
Curiosos de todas partes formaban
peregrinaciones para ver este ser raro que seguía enriqueciendo a la familia
que lo mantenía enjaulado junto a los pollos de la casa, enajenado de su propia
realidad, ya que según nos relata el cuento mientras todo esto pasaba: “El
ángel era el único que no participaba de su propio acontecimiento”. El supuesto
ángel no presentaba ninguna virtud sobrenatural que no fuera más allá de la paciencia.
El padre Gonzaga intentaba no perder su sitial político-religioso dentro de
esta sociedad durante todo el proceso de evaluación del acontecimiento. El
padre Gonzaga se enfrentó a la frivolidad de la muchedumbre con fórmulas de
inspiración doméstica, mientras le llegaba un juicio terminante sobre la
naturaleza del cautivo que le permitiría salir airoso de este evento y mantener
su posición de líder religioso ante la feligresía extraviada que le estaba
dejando su dinero al “ángel” no reconocido por él.
Entonces, cual si fuera un golpe de
suerte, surge un nuevo acontecimiento en la comunidad: “llevaron al pueblo el
espectáculo triste de la mujer que se había convertido en araña por desobedecer
a sus padres. La entrada para verla no sólo costaba menos que la entrada para
ver al ángel, sino que permitían hacerle toda clase de preguntas sobre su
absurda condición, y examinarla al derecho y al revés, de modo que nadie
pusiera en duda la verdad del horror”. Este nuevo artificio desplazó
rápidamente el interés por el ángel y lo colocó en la chica con malformaciones
de tarántula. El interés y el dinero que un día generó el “ángel” habían pasado
a ser un evento del pasado. Al pasar de los días y tras el abandono del público
al fenómeno enjaulado, este se convirtió en un estorbo y fue liberado: “El
ángel andaba arrastrándose por acá y por allá como un moribundo sin dueño. Lo
sacaban a escobazos de un dormitorio y un momento después lo encontraban en la
cocina”. Su momento había pasado, ya no era necesario en aquel lugar. La
euforia que había dejado una buena fortuna a la familia de Pelayo, ya no
existía y su presencia no era rentable para la familia que se mostró deseosa
que se retirara del lugar. Todas las cualidades sobrenaturales del viejo con
alas se fueron desvirtuando poco a poco. En cambio este recuperó su habilidad
de volar y se largó del lugar. Dejando el espacio económico a los
administradores de la mujer-tarántula que sirvió como cortina de humo para
desviar la atención del “ángel”. El sacerdote, representante del Estado del
Vaticano recuperó su posición político-religiosa, ganando esta lucha sutil de
poderes con la aleccionadora llegada de la mujer-tarántula que había
desobedecido a su padre.
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