COLECCIÓN LITERARIA

La visita médica

Por joder, lo hacen por joder… Después de pasarte la mañana esperando los servicios pediátricos en el médico de cabecera de tu hij@. Llega tu turno, la pesan, la miden, chequeo de oído, boca y pecho. Entonces tu cometes el “error” de preguntar qué tiene. Y por joder, porque tienes cara de que lo único que sabes de biología son las leyes de Mendel y las partes de la célula, pues te responde con los términos más rebuscados de su especialidad. De forma rápida y machacada, la idea es que no te dé tiempo a recordar lo que te dijo para al menos “googlearlo”. Tu respuesta… como todo buen boricua, que aunque no entienda nada, siempre asiente con la cabeza y pone cara de que entiende lo que no entiende. 

La sala está llena, los bebés siguen llorando, y él (ella) tiene una cara de ajoro y tú con los laboratorios en la mano y los estudios restantes por hacer. Sonríes y haces un ejercicio de síntesis básica: ¿bacteria, virus, puede o no puede ir a la escuela y cuánto me costará todo? -Tiene una bacteria, no puede ir esta semana a la escuela, y te costará 17 dólares más medicamentos… 

Luego del laboratorio viene lo bueno: la receta. Usará la letra que tenía antes del curso de caligrafía que se da en primer grado. Antes de que usará la libretita esa con las rayas entre cortadas. Puede ser inglés, español o el nombre un medicamento. Lo importante es que tú no entiendas un carajo de lo que recetaron, hasta que llegues al decodificador: el farmacéutico. Y con una lupa o pura intuición, descifre la exótica letra médica y la traduzca para beneficio de los comunes…

Después de reflexionar acerca de los médicos autodenominados “sub-especialistas” que es un anglicismo contradictorio, porque les cuesta usar el término correcto en español: especialista. Que es lo que realmente son. Recuerdo siempre las ilustres palabras de un joven “MD” que me atendió cuando hacia mi bachillerato y preguntó qué estudiaba. Le dije literatura; español. Río jactanciosamente y exclamó: “español, para qué estudias español, si el español para lo único que sirve es para pedir”. Reí con las muelas y deduje que era un médico egresado de una universidad hispana. Quizás Méjico o República Dominicana, puede que hasta España, pero no era agringado, porque los médicos agringados se conocen por la forma en que te miran siempre por encima de las gafas, con aire de autoridad y poco sentido del humor. Aparte que los hispanos siempre cuelgan múltiples papelería enmarcada en la pared, como si se tratará de un negocio donde tienes certificado de bombero, sanidad, policía, hacienda, entre otros. Pero en el caso de ellos pues cuelgan sus credenciales, como para reforzar su preparación. En cambio al agringado, con la bata y el estetoscopio le basta. También curiosamente suelen usar el título antes del nombre como Dr. Pedro Roselló, y no Pepe Pérez MD, JD, Phd, Ed y todos los demás títulos. Algo curioso pasa con los abogados que cuando no tienen licencia usan el JD y cuando la tienen se nombran por licenciados. 

Volviendo al asunto que me ocupa, tal parece que si sabes hablar coloquialmente y escribir, no puedes ser médico, al menos no en Puerto Rico. Aquí es requisito aprobar el curso de distrofia caligráfica para todos y términos médico-rebuscados, para los “subespecialistas”. 
Bonita tarde a todos… espero salir del hospital pronto…

13 de noviembre del 2013
José Israel Negrón Cruz

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