En ocasiones los adultos cometemos el error de transmitirle nuestros prejuicios, complejos y problemas a nuestros hijos. Los niños no tienen culpa de lo que nos haya sucedido en el pasado, por lo tanto no deben cargar las consecuencias de nuestro presente. Es parte del deber de padre asegurarse que nuestros hijos tengan una infancia amena, sana, alejada de los problemas de los adultos que no le competen, al menos no, en esa etapa de la vida. Por eso debemos ser cautelosos en lo que le comunicamos y en como nos comportamos frente a ellos.
José Israel Negrón Cruz
4 de febrero del 2016
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