Si bien hay muchas
adversidades que enfrentan los y las educadoras día a día, no menos cierto es
que existen unas gratificaciones existenciales que solo los niños pueden
provocar en una verdadera maestra. La
emoción de enseñar a un alumno a leer, el abrazo que te dan el día de la
graduación y la pregunta que te hacen con entera honestidad y preocupación,
cuando regresas después de ausentarse: “maestra: ¿por qué no vino ayer?”
Detrás de esa santa
pregunta hay todo un conjunto de expresiones amorosas que los alumnos comunican;
¡te extrañé!, ¡me hizo falta!, ¡usted forma parte de mi familia! Y es que para
los niños las maestras se vuelven parientes, como esas tías bondadosas que no
los parieron pero los aman tanto que también los extrañan y protegen como parte
de su familia.
Si bien hay muchas
adversidades que enfrentan los y las educadoras día a día; existen muchas
gratificaciones espirituales que solo el alma de una maestra conoce. Por eso
hoy, saco el espacio para darle gracias por estar ahí, cuidando, protegiendo y educando lo más
sagrado de la patria; su juventud pero
sobretodo su niñez. ¡Que Dios las bendiga hoy, mañana y siempre!
José Israel Negrón Cruz
24 de enero del 2016
No hay comentarios.:
Publicar un comentario