Silencioso,
muerto y vacío;
¡así ha quedado
el salón!
Mío, de ellos,
nunca más mío.
Grita el corazón.
Se acabó la discusión,
la repetición y el lío.
Por fin, sonó el
timbre,
abro la
jaula,
perros, conejos,
cerdos,
ciervos y una
serpiente,
salen del aula.
“Míster nos vemos,
lo extrañaré, adiós…”
¡Fin del
semestre!
Gracias a Dios.
Me quito el
disfraz de maestro,
baja el
telón maldito, siniestro.
Corro desnudo, sin pudor
bailo tras la cortina,
mientras me posee el escritor.
Muerto, vacío,
silencioso,
habido de poesías.
Con la musa
esperando,
día tras día por
días,
con paciencia y
tenor,
acabó la demoniaca farsa,
termina de actuar el impostor,
estoy cerrado el
aula
e invocando al
escritor.
Retumbo la
puerta
con furia, cierro el salón,
mis huellas
digitales
no serán más del ponchador.
No pertenezco a este espacio,
estoy lleno de vida y pasión.
Ya no me llames míster.
el que
conociste,
ya
no existe.
Era un actor,
el impostor.
De ahora en
adelante,
para usted...
soy
el autor.
Silencioso,
muerto y vacío;
¡así ha quedado
el salón!
El míster ha
muerto,
¡regresó el
escritor!
El disfraz de
maestro
esperando dejó.
Hasta que otro
agosto,
levante el telón,
y a fuerza de
hambre,
lo obligue a dar...
...una nueva función.
-Risa en la
desilución-
28 de mayo del
2019.
1 comentario:
Wow! Hay años que siento que estoy en el uniforme de otro. Siempre quise ser maestra de matemáticas, pero a medida que uno se expone a mundo quiere ser más. El hambre se impone y tengo el verano para volar intelectualmente.
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