Del Covid 19 a las "abejas asesinas"


El año 2020 nos ha sorprendido con una realidad que parece sacada del relato bíblico de las siete plagas que azotaron a Egipto. Una tras otra hemos enfrentado las adversidades que la naturaleza nos ha impuesto. Desde los terremotos de enero hasta la pandemia actual del coronavirus, la realidad parece anunciar una nueva era de hambruna para los puertorriqueños en la Isla. Hoy, una plaga se asoma a la puerta de nuestros tiempos, el avispón gigante asiático, conocido como la “abeja asesina” ha llegado de forma imprevista a los Estados Unidos. Una avispa cinco veces más grande que la abeja común amenaza con agregar un tramo más del camino al hambre en el que nos estamos adentrando sin aviso y de forma silenciosa. Los terremotos en el Sur de la Isla trajeron la primera oleada de desempleados este año, cosa que la pandemia incrementó de forma exponencial, elevando así la carencia de la capacidad adquisitiva de muchos que trabajaban de manera formal e informal, probando algunos de ellos, por primera vez en su vida,  la escases. Pero este avispón añade un nivel mayor de complejidad a la situación, ya que destruye de forma voraz las abejas, decapitándolas y comiéndose sus larvas; amenazando con dejar a la nación estadounidense y países aledaños sin el mayor polinizador natural que tienen, anticipando así dos terribles escenarios. El primero sería la escases inmediata de una parte sustancial de aquellos productos agrícolas que dependen de la polinización de la abeja en los Estados Unidos, nuestro mayor importador de alimento y en segundo lugar, ante la ausencia de la abeja se recurriría a una polinización artificial que encarecería de forma inmediata el costo de producción de estos alimentos y por consecuente un aumento en su precio en el mercado. Para Puerto Rico, que depende en un 85% de la exportación de alimentos, todo esto pudiera significar un escenario aun peor. Las señales del hambre se ciernen sobre nosotros y una salida por vía de la soberanía alimentaria se hace cada vez más necesaria. Si hoy vas al supermercado de tu preferencia, verás racionada la carne, los huevos, el agua y ciertos productos que no tienen que ver con la protección sanitaria de la pandemia, sino que son parte del ejercicio de nuestra propia alimentación. Si a esto le añadimos el incremento constante de los precios y hacemos el análisis correspondiente, veremos de inmediato una reducción en el tamaño de nuestra canasta de alimentos que se seguirá achicando en la medida que la inflación paulatina reduzca la capacidad del dólar. La hambruna llama a la puerta de muchos puertorriqueños y es nuestro deber prepararnos para combatirla. Es necesario que desarrollemos una conciencia de la necesidad y capacidad que tenemos de autoabastecimiento. Debemos desarrollar a nivel personal y comunal huertos. En el plano nacional necesitamos un proyecto agrícola que al menos nos dé la certeza de que si allá fuera pasa algo. Aquí adentro, en un País donde abunda el terreno fértil, no nos vamos a morir de hambre. Y aunque a muchos la vista se les ha nublado con el incentivo de los $1,200 y el aumento temporero de las ayudas en el desempleo. Este efecto placebo que proporciona la pastilla de la “ayudita” es corto y pronto la nueva realidad volverá a tocar su puerta, pero esa vez con más fuerza. Así que antes de que sea tarde, debemos sembrar todos los que podamos en Puerto Rico, nos ha llegado la hora.

José Israel Negrón Cruz
7 de mayo del 2020
               

1 comentario:

arobles dijo...

Trato de no ser pesimista, pero la luz al final del tunel está parpadeando.