-Vete
un tiempo con tu padre.
Aquella
expresión había sido inesperada para Roberto, lo dijo así, de la nada sentada
en uno de los sillones crema de la sala. Tenía la cara y el cuerpo lleno de
moretones. La pelea con Chefa no había sido fácil. Era mujer robusta que se
sabía defender muy bien. Robertito buscaba la forma de evadir quedarse en la
casa de los Mendoza.
-Mamá,
llevo años que no visito la casa del abuelo.
-Haz
comenzado a causar problemas, creo que lo más adecuado es que paséis algo de
tiempo con Pedro, que te enseñe cosas de hombres que quizás yo no entienda. A
ver si así te olvidas de Carlita y yo tengo algo de paz. Confía en los consejos
de él, es un buen hombre, a pesar de ser un pendejo, sabrá cuidarte.
-¿Puedo
llevarme la consola?
-Llévate
lo que quieras, menos dinero, de eso él se encargará, es su responsabilidad por
ser el hombre, tiene que hacerse cargo de los gastos de su hijo, sino que clase
de hombre sería, así que no te preocupes, te irá bien. Pídele lo que quieras,
al final de cuentas te lo comprará. Y si no, pues ve donde la abuela, ella es
gruñona pero es más llevadera que tu abuelo.
Con
el rostro apenado Roberto comenzó a empacar las maletas. No sabía con certeza
cuanto tiempo pasaría en casa de los Mendoza. Tampoco tenía una idea clara de
que debía llevarse. Así que empezó a tomar una que otra cosa al azar de su
cuarto. De lo único de lo que estaba seguro con lo qu debía cargar, era con la
consola de videojuegos.
Sabía
que la vida en casa de su abuelo, no sería fácil. Era un mundo distinto al que
estaba acostumbrado. Sobretodo la disciplina, su madre le dejaba hacer
prácticamente lo que quisiera, siempre y cuando no la sacara del sueño en la
cama o del computador que eran sus dos faenas predilectas. Tener una rutina de vida y seguir órdenes era
algo que su madre no le había enseñado y ahora le tocaría aprender de mala
manera. Antes de sacar cualquier pieza de ropa del almario apretó, entre dos
pedazos de cartón Guerra de Pandillas,
lo envolvió con tanto amor y delicadeza que parecía que se estuviera haciendo
un regalo a sí mismo. Luego metió en una caja entre tres almohadas la consola. La
ropa, la puso como pudo, no tuvo
discreción en si estaba limpia o sucia, de eso que se encargara la abuela.
Después de todo, nunca había usado una lavadora de ropas y no era el momento
para empezar a practicar.
“Pronto
se resolverán todos los problemas, ya a Eduardo se le pasarán los celos” , pensaba.
No estaba enamorado de Carla, ni de ninguna otra chica en la vida, eran solo
parte del imaginario de un adolescente inseguro, celoso. A pesar de tener
catorce años de edad y ser un joven guapo, el interés por las chicas no había despertado todavía en él.
¿Novia para que? Se preguntaba constantemente para sus adentros, solo hablan y
hacen que uno pierda la concentración en los videos juegos. Es cosa de los
muchachos de antes y de uno que otro loco que cae los malos pasos del
amor. Yo no, yo soy más inteligente y
aunque Carla es una buena muchacha, tremendísimo el lio que me ha formado en la
escuela. Quizás sea mejor que aleje de
ella, no quiero que ese loco de Eduardo ande dándome palizas innecesarias.
Entonces elaboró un plan que consistía en tropezar lo menos posible con Carla.
La realidad era que su madre tenía razón, aquella chica le estaba causando
problemas y por poco y le rompe el coño Eduardo aquella tarde en la escuela. Los
consejos de una madre no siempre son acertados, pero sí bien intencionados, por
eso vale la pena escucharlos.
Mientras
Roberto terminaba de empacar, alguien tocaba a la puerta. Con una sonrisa, Fátima
se acomodó el escoté de la camiseta, quería asegurarse que sus dos buenas
chinas, lucieran sabrosas para ex marido. No se cansaba de coquetearle. Al
final de cuentas, era una mujer soltera y tenía derecho a mostrar lo que
quisiera y más al hombre que le había parido un hijo. Después de una breve
mirada en el espejo, le dijo a Robertito.
-Es
tu papá, ábrele la puerta y convídalo a pasar.
-Hola
Pedro
-Hola
hijo, cómo haz estado, me dicen que ya tienes novia.
-No,
no tengo novia, es solo una amiga que me ha traído ciertos problemas.
-Bueno,
acá entre nosotros, te diré que las chicas siempre nos traen problemas a los hombres, pero eso es parte de
la vida.
Mientras
ellos conversaban, Fátima no paraba de buscar cosas por toda la casa, su blusa
dejaba ver el punto exacto en donde comienza el pezón. Se doblaba una y otra
vez para que se le marcara el trasero, era todo un coqueteo disimulado, sutil,
pero acertado. Pedro la seguía con la mirada mientras ejercía después de mucho
tiempo su faceta de padre consejero. La combinación de aquellos pechos con
trasero en movimiento, termino por silenciar al padre. Robertito al percatarse
de lo hipnotizado que estaba su padre, aprovecho el momento para realizar una pregunta que tenía
guardaba hace mucho:
-¿te
gusta mamá?
-Esas
preguntas no se hacen.
-te
pregunto porque no paras de mirarla.
Splash, una
bofetada inesperada le cambió el sazón a la conversación. Pedro subió el tono:
-De
ahora en adelante vas a aprender a respetar oíste muchacho. Anda a recoger tus
cosas que nos vamos, insolente.
-Pero,
pero si no dije nada.
-Pero
cállate de una vez….
Después de
recoger el reguero y retirarse, la mamá
no paraba de sonreír. Ella sabía que él le miraba el culo, era necesario
mantenerlo ilusionado, con aquello de volver a entenderse en la cama, aunque
fuera por unos instantes. “Un hombre
ilusionado con una mujer es un hombre amansado” decía para sus adentros y en
esto de ilusionar hombre yo sí sé. Tan pronto la guagua doblo la esquina agarro
su celular y llamó a Julieta:
-Aló
--Cómo
estás guapa
-De
lo más bien Fátima.
-Sabes, hoy
tenemos noche de rumba, así que vístete bien que pasó por ti a las diez…
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