HUECOS EN EL CAMINO


En un pueblo de la montaña anunciaron que en la llanura habían encontrado una caverna con oro. El primer hombre en enterarse, salió rápido por la vereda que conducía hacia la Cueva. Cerca de la aldea hizo un hueco enorme para que todo aquel que le siguiera los pasos cayera en él. Luego iba cavando huecos de forma arbitraria a lo largo del camino. Se hechó semanas, poniendo tropiezos y logró llegar exhausto a la Caverna dorada. Había oro suficiente para sostener a toda su aldea, pero su carácter egoista le hizo tomarlo todo para sí solo... La carga era pesada, pero terco y ambicioso el hombre, emprendió el camino de regreso a la aldea con una carreta rudimentaria que había construído con materiales que le regaló la naturaleza.

Durante el regreso las inclemencias del tiempo dificultaron su tarea y los huecos que había cavado para que los demás no llegaran a la Caverna, lo hicieron tropezar durante meses. Exhausto y moribundo, cansado de aquella tediosa pendiente, logró visualizar su aldea entre la arbolada en medio de una inmensa noche de lluvia. Asombrado de que nadie había abadonado el lugar en busca del oro, se molestó de haber puesto tantas trampas y maldijo una y otra vez su propia gesta. La noche era oscura y peligrosa, pero su ambición de poder lo había llevado hasta allí y pronto sería el hombre más rico de su comunidad, así que decidió seguir adelante. Entre lluvia y la enfermedad olvidó el gran hueco que había hecho frente a la Aldea. Sin aviso cayó en él y fue aplastado  por la pesada carreta con el tesoro.

A la mañana siguiente unos niños que jugaban a la pelota, lanzaron la bola más allá de los limites acostumbrados. El balón quedó sobre el oro. Al descubrir el tesoro cada niño fue a su casa y entregó una fracción de él a cada uno de sus familiares. Los hombres que lideraban el pueblo repartieron la riqueza en partes iguales. Nunca hubo problemas comunales y  aquella aldea se convirtió en la más próspera del lugar.

El cuerpo del ambicioso cazatesoros había sido tragado por la tierra, para nunca ser encontrado. Había pasado tanto tiempo desde que partió y regresó, que ya nadie lo recordaría jamás.

José Israel Negrón Cruz
17 de febrero del 2016

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