CAPÍTULO
PRIMERO: LA MUERTE
Veintiséis
de julio de mil novecientos cincuenta y dos, toda la plana mayor espera: el
Gobierno, los líderes sindicales, las líderes femeninas, los líderes del
Partido y el Pueblo. Juntos en un silencio común, aguardando la Noticia.
Las emisoras radiales detuvieron su agenda habitual, la voz del Ministro de
Comunicaciones se apoderó de ellas: “cumple la Subsecretaria de Informaciones
de la presidencia de la Nación, el penosísimo deber de informar al pueblo de la
República, que a las veinte y veinticinco horas, ha fallecido la Señora Eva
Perón”.
Argentina
quedó sumida en mutismo durante diez minutos. Hasta los más férreos enemigos
del peronismo, fueron contagiados con la tristeza del momento. La Jefa
Espiritual de la Nación había perdido su batalla contra el cáncer…
El velatorio
duró quince días, eran muchas las personas que deseaban despedirse de Ella. La
lluvia no pudo mermar las inmensas colas de millones de argentinos que
desfilaron delante del Cuerpo, para rendirle el último adiós. El dolor se podía
respirar en Uruguay, Chile, Ecuador, Colombia, Brasil y México.
El cuerpo de
Eva Perón tenía una belleza sin igual; los cabellos tirados hacia atrás, los
dedos de las manos cruzados sobre el vientre, las uñas perfectamente esmaltadas
de color natural, de su cuello colgaba un rosario blanco, parecía todo menos un
cadáver. Estaba tan viva, que las personas dudaban que realmente hubiera
muerto. La exquisitez de su piel, no tenía nada que envidiarle a la joven más
lozana de la Pampa. Aquella mujer, era todo elegancia; una elegancia que
solamente ella era capaz de proyectar.
CAPÍTULO
SEGUNDO: LA PASIÓN DE EVITA
Once de
noviembre de mil novecientos cincuenta y uno, la fórmula Perón-Quijano triunfó
en la contienda electoral. Eva se encontraba en el Hospital, acompañada de su
amiga, la Señora Nélida de Miguel quien la ayudó a votar en aquella histórica
elección presidencial.
Perón la
visitó al cuarto. El cuerpo de su esposa ya no resistía los padecimientos del
cáncer, pero su voluntad era inquebrantable.
El General
entró sin previo aviso, traspasó el marco de la puerta y encontró cuatro
mujeres alrededor de la cama, debatiendo apasionadamente, temas de política
nacional. Tres de ellas eran líderes del movimiento femenino peronista, del
cual la Dama de Argentina fue presidenta hasta el día de su muerte, la otra
mujer era Nélida. Al observar a Perón, guardaron silencio, sentían un respeto
descomunal.
Este les
reprocha en voz alta:
-¿Para qué
vienen?
La más joven
le dice:
-pues si Evita nos llama, General, como no vamos a venir si ella nos necesita
aquí.
El General fija su mirada en Eva y dice:
-Mira como estás mujer, te queda solo nariz. Que queréis, morirte. Debes
descansar.
Eva con su mirada penetrante, atormentada por la cercanía de la muerte,
responde:
-¿Qué querés? que se muera el Partido.
Perón enmudeció, la mujer en su lecho de muerte, pensaba en él, en el Partido
Laborista y en el futuro de Argentina. Bastaron unas pocas señas con su mano
izquierda, para que las féminas entendieran que aquel momento era íntimo. Una
detrás de la otra abandonó la habitación, hasta que se encontró a solas la
Pareja. Él… lentamente cerró la puerta y se acercó a Ella. Su vista se nubló
por un instante, su mente se trasportó a los momentos maravillosos que había
pasado con Eva; en la Presidencia de la Nación. Entonces se acercó, besó sus
labios con ternura y le susurro al oído: “¡Gracias!”.
CAPÍTULO
TERCERO: MOMIFICACIÓN Y CAÍDA DEL PERONISMO
Tras la muerte de Eva, el General se entrevistó con un reconocido profesor
español, experto en embalsamamiento, el Dr. Pedro Ara, a quien
contrató para realizar las tareas de acondicionamiento del cadáver. El proceso
duró dos semanas, en el segundo piso de la Confederación General del Trabajo de
la República de Argentina, organismo que Eva siempre había sentido como propio
y en donde pasó buena parte de sus últimos años de vida. Los pocos militares
que tuvieron contacto con el Dr. Ara en aquellos días, confesaron testimonios
de horror. “La risa la Jefa Espiritual de la Nación” se escuchaba en los
pasillos y más de uno asegura que escuchó extensas conversaciones entre el
Embalsamador y la Embalsamada. “La Señora no estaba preparada para morir”, ha
sido lo único que ha expresado el Dr. Ara en cuanto al proceso que llevó a cabo
en aquellos días.
¡Eva dejó su
agenda inconclusa!
Después de su muerte, el régimen peronista murió también… El dieciséis de junio
de mil novecientos cincuenta y cinco tuvo lugar el bombardeo de la Plaza de
Mayo. Una multitud de aviones pertenecientes a la Fuerza Naval atacaron a los
civiles. Murieron trescientas sesenta y cuatro personas y hubo más de
setecientos heridos. El edificio de la CGT donde descansaba la Madre de los
Pobres, quedó maltrecho. Inexplicablemente; toda la circunferencia del Cadáver
se encontraba baleada y quemada, pero los restos de Eva Perón estaban intactos.
Los militares antiperonistas, recuerdan muy bien este suceso.
Paradójicamente
el cuerpo de la mujer que había sucumbido precozmente a una enfermedad
terminal, sobrevivió a un bombardeo “pos mortem”.
CAPÍTULO
CUARTO: ¡ROBEMOS EL CUERPO!
Dieciséis de septiembre de mil
novecientos cincuenta y cinco. La Revolución Libertadora asumió el poder, con
el General Eduardo Lonardi como su presidente. Este dejó a cargo del edificio
de la CGT a La Marina, con el ferviente Almirante antiperonista, Isaac
Francisco Rojas a la cabeza. Rojas, vicepresidente de la Nación, quería
asegurarse que el cuerpo que yacía en la CGT era el de la Líder del Movimiento
Femenino Peronista. Deseaba eliminar el Cadáver antes de que sirviera de
aliento a sus enemigos. Nélida quien había sido diputada nacional dos veces y
concejal una, por medio de sueños logró comunicarse con la Jefa. Esta le pidió
de favor que retirara sus restos de la CGT. En una reunión informal, habló con
cuatro diputadas para rescatar el Cadáver:
-Que tal si
robamos el cadáver.
-¿Cómo
decid? (una de las diputadas).
- Que
nos metamos a la CGT y nos llevemos el cuerpo de Eva Perón.
-Pero
compañera, que desead que nos fusilen todos esos marinos (otra diputada).
--Si lo
hacemos bien ni se enteran.
- ¿y dónde
lo ponemos? (la mayor de todas).
-Ya
encontraremos lugar.
Dos
diputadas secundaron el plan. La tercera se lo confesó a Rojas y este reforzó
la vigilancia en la CGT. Cuando las peronistas fueron a llevarse el Cuerpo, los
militares las esperaban. Al observar el contingente en la entrada, las mujeres
descartaron el plan y continuaron caminando…
CAPÍTULO
QUINTO: PÁNICO DE LOS ANTIPERONISTAS
Se volvió un secreto a voces entre los marinos que
el Cuerpo que ellos vigilaban allí, era el de Eva Perón. Ante presiones del
Almirante Rojas, el Presidente organizó una junta médica de emergencia, cuyo
fin era examinar el Cadáver. Le cortaron un dedo para tomar huellas dactilares
y un pedazo de oreja para analizar tejidos. Al comprobarse que el Cadáver
hallado en la CGT era el de Evita. Todos entraron en pánico, había miedo de que
aquellos que la amaban, entraran a la CGT e hicieran justicia propia con sus
manos. Ya uno de los custodios del Cadáver había sufrido una cruenta muerte en
manos de peronistas radicales, Rojas presionó al presidente Leonardi para
destruir el Cuerpo antes de que los asesinatos en nombre de Evita Perón se
volvieran endémicos.
El presidente Lonardi estaba atemorizado, no
quería que él o su familia tuvieran la misma suerte del militar muerto.
Entonces propuso una salida amigable para los peronistas, sugirió enterrarlo en
una tumba secreta. Rojas se opuso, lo que provocó una lucha interna de poder
entre el Presidente y el sub presidente.
La posición del Presidente
prevaleció, pero el descontento de Rojas se hizo sentir por medio de un golpe
interno de líderes militares, que terminó por derrocar a Leonardi. Su sucesor
lo fue el General Pedro Eugenio Aramburu; íntimo amigo de Rojas.
CAPÍTULO
SEXTO: PROSCRIPCIÓN DEL PERONISMO
Aramburu,
dio paso a la proscripción de todo lo que tuviera que ver con el peronismo: la
propaganda fue quemada, las imágenes desmanteladas y las estatuas destruidas.
La peor
parte se la llevaron los funcionarios de gobierno. Fueron perseguidos y
acusados de corrupción. Todo recuerdo institucional peronista, fue eliminado de
Argentina, excepto el Cuerpo de Eva. El nuevo presidente lo veía como un trofeo
de guerra, un artículo de colección, que legitimaba su autoritarismo. Puso a
cargo del Cadáver a Carlos Eugenio Moori Koenig, jefe del Servicio de
Inteligencia del Ejército. Este transportó el Cuerpo de forma secreta a su
oficina en Buenos Aires. El edificio de la Secretaria de Inteligencia del
Ejército sería el nuevo lugar donde se ubicaría el Cadáver.
CAPÍTULO
SÉPTIMO: PROFANACIÓN DEL CADÁVER
El Cuerpo
yacía en el despacho de Moori. Este invitaba a personas allegadas para presumir
de él. Pasaba tantas horas mirando los restos de Eva Perón que terminó
enamorándose en Ella. Una noche puso el Cadáver de pie y tuvo contacto sexual.
Esta conducta se repitió durante semanas. Un día entró al despacho María Luisa
Bemberg, reconocida cineasta argentina y encontró a Moori besando el Cuerpo.
Bemberg salió despavorida del Edificio y se lo contó al Jefe de la Casa
Militar; su amigo Francisco Manrique. Este se lo comentó al presidente Aramburu
y decidieron que lo más correcto era mantener el escándalo en secreto. Dado los
hechos, Moori fue destituido del cargo de Secretario de Inteligencia Militar y
diagnosticado con el trastorno mental de necrofilia. Hoy sabemos que el cuerpo
de Evita no fue la única victima de Moori.
CAPÍTULO
OCTAVO: EXTRAÑAS APARICIONES
Aramburu
evitó que el escándalo saliera a la luz pública. El trofeo de guerra necesitaba
una cristiana sepultura. El Presidente temía a las posibles represarías de los
seguidores de Eva Perón, si estos se enteraban de la profanación. Era el
segundo presidente que se negaba a eliminar el cadáver de Eva Perón por temor.
El coronel Héctor Cabanillas, nuevo jefe de la SIE, se hizo cargo del Cadáver.
Su cercanía con el cuerpo también trajo mal sabores para Aramburu. Hablaba con
los restos en sus ratos libres y se volvió tan receloso con el Cadáver, que
terminó durmiendo en su oficina, sobre el escritorio, junto al féretro. Tenía
miedo a que uno o varios de sus subalternos, conspirara para robarlo. Una noche
aparecieron flores en el pasillo, este las recogió y de forma eufórica las
rompió y lanzo por la ventana.
Otra noche
una nota fue deslizada por debajo de la puerta. “Decía Eva Te amamos”.
Cabanillas no aguantó las misteriosas apariciones y temeroso por su vida;
ordenó mover el Cadáver de forma secreta a otro lugar. Nunca entendió como los
seguidores de la Jefa Espiritual se las arreglaban para violentar la inmensa
seguridad de la SIE.
Tres de
marzo de mil novecientos cincuenta y seis, dos hombres de confianza,
trasportaron el Cadáver a un lugar secreto en la Avenida Córdoba. El movimiento
se realizó entre las dos de la madrugada y las cuatro. Mientras movilizaban el
Cuerpo en una camioneta privada, se escuchaban quejidos. Miguel Becerro, uno de
los transportistas fue hallado muerto una semana después, el otro, Cesar
Romero, renunció al ejercito, se fue a vivir a Chile con su familia y no se
supo más de él. El Cadáver iba a ser colocado en el sótano de un edificio del
Gobierno. Extrañamente no había nadie cuando los trasportistas llegaron y de
manera improvisada lo colocaron detrás de la pantalla del cine Rialto, que se
encontraba enfrente del edificio Gubernamental.
CAPÍTULO
NOVENO: ¡PELIGRO PARA LOS ANTIPERONISTAS!
Los
peronistas reclamaban el paradero del Cuerpo. Cabanilla alegaba que se había
extraviado. Una noche en el cine, después de la película, cinco individuos
dejaron velas encendidas en sus asientos. Cabanilla se enteró del suceso, pero
lo ignoró. Pensó que era un evento aislado. Dos días después, una multitud de
flores fue encontrada en la entrada…
El miedo
volvía a apoderarse del Gobierno. Eva Perón era un peligro para todos los que
se habían apoderado del poder que una vez ostentó.
El capitán
de navío Francisco Manrique, jefe de la Casa Militar se contactó con el
teniente coronel Alejandro Lanusse, jefe del Cuerpo de Granaderos a Caballo y
custodia oficial del Presidente. Francisco le pide que le informe al Presidente
que es de carácter inminente la necesidad de sacar los restos de Eva Perón del
País. Nunca se había visto un cadáver con tanto poder en la historia de
Argentina, Lanusse estaba asombrado y procedió a comunicarle la situación al
Presidente, quien reaccionó de inmediato y le encargó la tarea de conseguir los
recursos para sacar el Cuerpo del País. Al Coronel le gustaba aquello de andar
montado en las “grandes cosas” y aceptó con beneplácito la tarea. Le transmitió
su inquietud al capellán de regimiento, el padre Fracisco “Paco” Rotger, un catalán
que pertenecía a la Compañía de San Pablo, intimo amigo del Coronel. Este le
explica al Padre que “el cuerpo de Eva Perón estaba endemoniado y antes de que
afectara los destinos cristianos de Argentina debía ser removido del País”.
Eva Perón se
había convertido en la muerta más temida de Argentina y el propio Presidente se
convenció de que tenía poderes sobrenaturales.
El cadáver
de Evita Perón era un peligro para el Gobierno.
CAPÍTULO
DÉCIMO: INTERVENCIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA
El Padre
Rotger no creía que la muerta estuviera endemoniada, pero sabía que
históricamente los presidentes de las naciones de América habían sido muy
agradecidos con los sacerdotes que le hacían favores y con la Iglesia en
general, así que tomó la inquietud de Aramburu como una propia. De manera muy
sabia Rotger, resolvió el dilema, se reunió con los lideres militares y
gubernamentales y les dijo: “como cristianos, no podemos aceptar que sean
maltratados los restos de quien fuera la primera dama de Argentina”. Envíen a
los militares y díganles que traigan el cadáver a mi Capilla, que dispondré de
él. Aramburu convencido del juicio del Padre, puso los militares a su
disposición. Cuando este tuvo el Cadáver en la capilla, Aramburu y Lanusse se
reunieron con él en secreto. Aramburu preguntó:
-Padre
-Diga usted.
-¿Ahora que
hacemos?
- Pues señor
Presidente, nos llevaremos el Cadáver a Italia. Allá estará lejos de amigos y
opositores, así este no será motivo de controversia.
Aramburu no
tenia idea de como realizar este movimiento, pero el Padre Francisco lo tenía
todo planeado.
El Vaticano
debía estar al tanto del plan. Por tal razón Rotger se trasladó a Milán para
exponerle la situación a su superior, el padre Giovanni Penco. Este le explicó
que el Cuerpo en Argentina corría el riesgo de ser maltratado y que su
Presidente pedía de favor a la Iglesia que se encargaran de él. Penco aceptó y
viajo al Vaticano, debía lograr el consentimiento del Papa Pio XII. Penco
suplicó al Papa que por el bien del alma de Evita Perón, recibiera sus restos.
La petición de Penco estaba acompañada de una carta a mano, hecha por el propio
presidente Aramburu. El contenido de la carta, todavía hoy se desconoce. Pero
fue lo suficientemente persuasiva para que el Papa aceptara el traslado sin que
se llenara ningún papel oficial, que incriminara al Presidente y a la alta
cúpula religiosa y militar.
CAPÍTULO
UNDÉCIMO: VIAJE A ITALIA EN EL CONTE BIANCAMANO
El Cuerpo
fue trasportado de la Capilla militar al Conte Biancamano, un buque Italiano
enviado exclusivamente para el trasporte de Evita. El buque partió en secreto a
Génova con 47 tripulantes italianos y 17 argentinos, un número bajo para un
barco de semejante tamaño. La tercera noche de viaje, dos militares argentinos,
osaron abrir la caja de madera que protegía el féretro. Lograron quitar los
clavos de un extremo y un reguero de piedras advirtió al teniente Duarte, que
la caja mortuoria estaba siendo movilizada fuera del cajón protector. Los
atrevidos se asombraron al ver que trasportaban un cadáver para Italia. ¿Quién
podría ser tan importante que requería ser extraditado después de muerto? La
curiosidad venció el deber y estos violentaron las órdenes que les había dado
el vicepresidente y almirante de la marina, Isaac Francisco Rojas. Abrieron el
féretro y quedaron estupefactos al ver rostro y torso de Eva Perón. El teniente
Duarte, los sorprendió. Sin mediar palabras los asesinó y siguiendo las ordenes
Rojas, los lanzó al mar. Ambos aparecen hoy en el Registro Nacional de
Argentina, como desaparecidos.
CAPÍTULO
DUODÉCIMO: ESCARAMUSA EN EL CIMITERO MAGGIORE
Catorce de
mayo del 1957, el barco llegó a Génova. El cuerpo fue recibido por el padre
Penco sin mucha pomposidad. Este transportó el cuerpo en una camioneta del
Vaticano hasta el Cimitero Maggiore en Milán. Este llegó allí con el nombre de
María Maggi de Magistris, nacida en Darmine, provincia de Bérgamo. Se cavó la
tumba por dos empleados del cementerio y sin sospechas mayores, el cuerpo fue
sepultado. Según la documentación del cementerio, Magistri había muerto el
veintinueve de febrero de mil novecientos cincuenta y uno en un accidente de
tránsito. Fue enterrada en la fosa cuarenta y uno del campo ochenta y seis.
Penco quien
había sido en secreto un férreo simpatizante del peronismo, le encargó a
Giussepina Airoldi que pertenecía al grupo femenino de la compañía de San
Pablo, que le dejara semanalmente flores a la tumba de María Maggi Magistris.
Durante los catorce años que el cuerpo de Eva Perón estuvo enterrado en el
Cimintero Maggiore, nunca le faltaron flores frescas. Paradójicamente Giussepina,
laica de la compañía de San Pablo terminó al lado de la tumba que tanto cuidó
en aquel cementerio de Milán.
CAPÍTULO
DECIMOTERCERO: GRAN ACUERDO NACIONAL
Nueve de
octubre de mil novecientos cincuenta y ocho, muere el Papa Pio XII y se lleva a
la tumba parte de los secretos del cadáver peregrino de Eva Perón y la
cuantiosa suma que pagó Argentina para esconder este cuerpo en Italia. Lo
sucedió Juan XXIII.
Argentina no
tuvo paz en los catorce años que Eva Perón estuvo fuera del País. Los gobiernos
se sucedían con escaso apoyo militar y los golpes de estado que los derrocaban.
Fue un periodo de caos en el cual se levantó una poderosa voz: Juana Ibarguren,
madre de Evita. Exigía saber donde estaba el cuerpo de su hija. Su reclamo se
extendió hasta el Vaticano y le exigió al propio Papa Juan XXIII, explicación.
Una cuantiosa suma se interponía entre la respuesta del Papa y la petición de
Juana…
Once de
febrero de mil novecientos setenta y uno, Juana Ibarguren muere sin saber donde
estaba enterrado el cuerpo de su hija.
Veintitrés
de marzo de 1971, sube al poder aquel teniente coronel que se había encargado
de cordinal el traslado del cuerpo de Evita a Italia. El ahora General,
Alejandro Agustín Lanusse. Este comienza a ceder a las presiones de los
peronistas e intenta acercarse a este sector de Argentina. Lanusse que siempre
le había gustado esto de estar montado “en las cosas grandes’’ y lanza el Gran
Acuerdo Nacional (GAN). Que consistía en estrechar los lazos con el peronismo.
Para esto envía a Madrid a Jorge Rojas Silveyra, un antiperonista de ultranza.
Su misión era entablar comunicación con el propio Juan Perón. De entre los
acuerdos que se llevaron a cabo para el descongelamiento de las relaciones
entre Lanusse y Perón, el más importante era que se le devolviera el cuerpo de
Evita a su marido. Lanusse accedió y envió a Italia a dos militares para que se
reunieran con el padre, uno era el coronel Héctor Cabanillas, el mismo que
había dormido en su oficina, para evitar que los peronistas robaran el cadáver
y su ayudante Sorolla.
CAPÍTULO
DÉCIMOCUARTO: EXHUMACIÓN Y TRANSPORTACIÓN DEL CADÁVER A MADRID
Primero de
septiembre de mil novecientos setenta y uno, exhuman el cadáver peregrino de
Eva Perón, este era preparado para dar otro viaje, esta vez hacia Madrid.
Cabanillas tuvo una fuerte discusión con el sacerdote custodio tan pronto la
caja llegó a la superficie:
-Padre, abra
la caja.
-No se puede
abrir la caja, señor, no estoy autorizado.
-Padre, le
dije que abriera la caja.
-Coronel
Cabanillas, la orden de San Pablo no permite profanar los muertos.
Cabanillas
siempre fue muy terco y con sus propias manos abrió la caja. Todos quedaron
inmutados al ver cuerpo de Eva Perón intacto.
-Este es…
-Milagro,
milagro. (gritó un operario del cementerio al ver el cadáver)
-¡Sorolla!
-Mande
Coronel.
-Lleva el
cuerpo a la furgoneta, que nos lo llevamos a Madrid…
El cadáver
peregrino salió de Milán, cruzó el territorio francés y llegó a la frontera con
España. Treinta y seis horas de viaje sin parada. Al chofer de la funeraria le
habían encargado llevar el cuerpo de María Maggi de Magistri a España, por una
buena tajada económica. No eran común que un cuerpo exhumado viajara tanto,
pero tampoco era algo que desconcertara al chofer. Este hizo el viaje
acompañado de Sorolla. Quien no paraba de pensar que en el camino atracarían el
cuerpo, para venderlo a los peronistas, para ponerlo en cualquier museo
clandestino, las razones para robar el cadáver sobraban y Sorolla estaba
profundamente consiente de esto. Su dedo se mantuvo en el revolver durante todo
el viaje. En cada parada que hacia, llamaba a Cabanillas quien se adelantó en
avión.
Cuando el
chofer y Sorrolla llegaron a la frontera española, el militar lo convidó a
darse un trago. El chofer se bajó a buscar dos cervezas y Sorolla cambió el
nombre de María Maggi Magistri por el de Eva Perón. Cuando regresó de la barra,
se dio cuenta que no estaba llevando a una laica sino alguien mucho mas
importante.
En la
frontera, un contingente de policías le quitó el cadáver y lo cambiaron de una
furgoneta a otra. El chofer se puso muy nervioso pero al final accedió a
regresar a Italia de forma tranquila. Cabanilla se puso al mando de la caravana
que llevaría el cuerpo a Puerta de Hierro, donde se encontraba el General Juan
Domingo Perón, con su esposa.
CAPÍTULO
DECIMOQUINTO: EL CADÁVER LLEGA A MANOS DE PERÓN
Veintiséis
de julio de mil novecientos setenta y dos, el Coronel Cabanilla se reúne con su
ayudante Sorolla, el cadáver peregrino y cinco policías españoles. Tenían el
encargo de llevar el cadáver a las manos de Perón:
-¿A que hora
tenemos programada la entrega? (Cabanillas)
-A las
8:25am Coronel. (un oficial español)
-¡Se han
vuelto locos! Un veintiséis de julio a las ocho y veinticinco murió Eva Perón.
-¿Qué
hacemos Coronel? (Sorolla)
-Démosle
unas vueltas a la furgoneta y entreguemos el cuerpo a las 8:45am.
-Como usted
ordene. (otro oficial español)
Durante
media hora la furgoneta dio vueltas por las calles de Puerta de Hierro,
retrasando el proceso de entrega. En los adentros de la embajada esperaba Juan
Domingo Perón, María Estela Martínez Carta, Jorge Daniel Paladino y José López
Rega. Del otro lado estaba el Coronel Cabanillas, Jorge Rojas Silveyra y
Angelis que era el obispo que había cuidado el Cadáver en Italia. Perón se tomo
una cerveza con el Obispo y le agradeció los cuidados que había tenido con la
Evita de los argentinos en Italia. Isabel también fue muy respetuosa con el
Obispo y le ofreció algunos aperitivos que ella había elaborado para la
llegada. Cabanillas y Rojas no tomaron ni comieron durante la visita. Llegó el
momento de revisar el Cadáver y todos se pusieron de pie, Cabanillas abre la
caja:
-Aquí está
(Cabanillas)
-Sí… (Perón)
-No, no… que
abra la parte de las piernas que no está el rosario (López Rega)
-¡Cállese!
(Perón)
-Diga
(Cabanillas a Perón)
-Todo está
en orden (Perón)
Perón tenía
una calma extraordinaria. Buscó por el lado del Cadáver, sacó el rosario que le
entregó Pio XII a Evita en una audiencia. Este se lo dio al Obispo, quien lo
examinó y asintió con la cabeza. Cuando el Obispo le devolvió el rosario a
Perón, este lo besó y lo colocó nuevamente en las manos de Eva. Minutos después
los visitantes, abandonaron la residencia.
El Cadáver
peregrino quedó en la residencia.
CAPÍTULO
DECIMOSEXTO: ¿POR QUÉ NO LO ENTIERRA?
Semanas
después, mientras estaban sentados en el despacho Isabelita incomoda con tener
aquel Cadáver en su residencia en Madrid pregunta:
-¿Por qué no
la entierra?
-Deberá ser
en Argentina (Perón)
-No, no, no…
por favor, que yo todas las noches hago unos pases con el Cuerpo, para que los
manes en la Señora, pasen a Isabelita cuando duerme acá arriba (Secretario de
Perón).
Perón entró
en una inusual carcajada.
-¿De qué se
ríe Comandante? (Secretario)
-¿Cómo no
querés que me ría de la estupidez que me está diciendo?
Juan Domingo
Perón regresó con María Estela Martínez para la Argentina. El gobierno de
Lanusse había logrado hacer las paces con el peronismo. El Cadáver permaneció
en Puerta de Hierro en manos de López Rega. Este comenzó a desatender sus
deberes como Secretario General. Pasaba los días realizando ritos espiritistas
con los restos de Evita. Según él, había logrado establecer un buen contacto,
que llevaría a Perón a la Presidencia de Argentina nuevamente y Evita
rencarnaría de manera parcial en María Estela Martínez Carta, la actual esposa
de Perón.
CAPÍTULO
DECIMOSÉPTIMO: EL CADÁVER REGRESA A SU PATRIA
Veintitrés
de septiembre de mil novecientos ochenta y tres Juan Domingo Perón, vuelve a
ser presidente de Argentina. Cuando subió al poder tuvo como primera tarea,
devolverle la Jefa Espiritual a su pueblo de la Argentina. Después largas y
tediosas negociaciones, intercambia el cadáver del General Aramburu por el
cuerpo de Evita…
Se comienza
a construir un enorme mausoleo en la Quinta Olivos, para albergas el Cadáver
Peregrino, López Rega, quien durante el último año había sido quien se había
encargado de cuidar el Cuerpo en Puerta de Hierro, trajo personalmente el
Cadáver para la Argentina. Nuevamente el cuerpo de Eva Perón sería movilizado
de forma secreta, para evitar el robo o vandalismo de los restos de la Dama de
Argentina. En la madrugada de un lunes, mueven el cuerpo un aeropuerto militar
y este es transportado en un helicóptero especial de vuelta a su Patria. Juan
Domingo Perón y María Estela Martínez reciben el Cuerpo.
Se prepara
una actividad extraordinaria donde los restos de Eva Perón vuelven a ser
exhibido en Buenos Aires. El cadáver peregrino todavía tenía insospechadas
batallas por librar. Los antiperonistas no podían creer que Evita estuviera
después de tantos años, de nuevo allí en Argentina; imponente, serena y
luchadora. No ha existido un cuerpo en Argentina con tanto poder como el
cadáver de Eva Perón…
CAPÍTULO
DECIMOOCTAVO: ¡EVA PERÓN VIVE!
Treinta de
octubre del 2014. En la escuela elemental más pobre de Argentina”. La profesora
Sosa pregunta al grupo:
-¿Cuál es la
fecha en que la Sra. Eva Perón muere?
El grupo que
estaba alborotado, de pronto guardo silencio.
-¿Acaso no
sabéis la contestación?
Hugo: el más
pobre de todos los niños se le echa a reír:
-A ver, de
qué reís…
-De que
usted es la maestra más tonta que hemos tenido.
-Calláte,
malcriado.
La maestra
vuelve a insistir en la pregunta:
-¿Cuál es la
fecha en que la Sra. Eva Perón muere?
Esta vez
todos los niños se ríen…
-¿Qué
sucede?
Hugo le
responde: “Es usted una mentirosa, Eva Perón no ha muerto”
-¿Cómo decís
Hugo? Que Eva Perón vive, eso lo sabe cualquier argentino...
FIN
Autor: José
Israel Negrón Cruz
Escrito en agosto del 2014
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