Uno de los muchachos me
preguntó que por qué me encerraba en las bibliotecas en las tardes, si no me
pagaban y por qué el ser humano debe hacer caridad. Era un mozuelo jinchón, con
una camiseta de Brasil encima de una panza cervecera. Quedé pensativo antes de
responder y me pregunté qué hace la gente en las tardes, si no es leer un
libro, cenar con su familia, orar y buscar algo de paz espiritual. No podemos
beber whisky todas las tardes, coño, qué sentido tendría la vida. Entonces recordé
a Seneca: La brevedad de la vida, fue hace diez años en un aula con hongos, en
aquellos pasillos todos despintados y embolsados en el viejo edificio de
Ciencias Generales de la UPR, con el Profesor Pedro Reina, que tendría una edad
similar a la que tengo ahora para aquel entonces. Recuerdo a su hija una niña,
similar a la mía en edad ahora, que de vez en cuando pululaba por el salón.
Allí aprendí a vivir, que la vida era corta y no podía desperdiciarse en vinos
y actividades autodestructivas. Y sí, fumo tabaco y tomo whisky, pero no como
la gente cree, aunque me gusta que piensen que me la paso borracho…
En verano madrugo y mantengo
una rutina similar a la del resto del año, saben por qué, porque me hace feliz,
es innato. Si cada uno de nosotros, practicara la caridad, nos respetáramos
mutuamente e invirtiéramos nuestro tiempo en autoconstruirnos, tendríamos un
País mejor… En eso el joven me miró asombrado, desentendido y de la nada
preguntó si me iba a suicidar… Sonreí a medias, me tomó por sorpresa la
pregunta e hice lo que no se debe hacer, responder con otra pregunta: ¿Por qué
preguntas? Es que a veces usted habla como un suicida y pienso que se quiere
matar. Reflexioné por un instante y pensé hablarle del Carpe- Diem o de Séneca.
Pero sabía que cinco minutos de conversación serían muy cortos para hablar de
filosofías de vida.
–No, por ahora no me voy a suicidar, respondí.
Simplemente estoy profundamente consciente de la fragilidad de la vida, y por
eso vivo como vivo y hablo como hablo. Quizás la muerte de tantos amigos,
familiares y seres cercanos, mezclada con la literatura de Cesar Vallejo,
Alfonsina Storni, Julia de Burgos y algo de filosofía griega me hagan actuar y
proyectarme así… en el fondo creo que tu lectura acerca de mi persona, es errada…
abrió los ojos por un momento y volvió a su juguete electrónico. Sí… un joven
universitario jugando por un celular o una cosa de esas que ya ni sé cómo se
llaman… I-pad, I-pod, I-tunes todo lo que tenga el prefijo “yo” en inglés. No
sé porque le dicen tabletas en español, para mi una tableta es una pastilla,
pero vamos, vale la polisemia pero debemos inventar construcciones fonéticas
nuevas, nuevos grafemas, ser más creativos. No estamos quedando sin vocabulario
o qué.
Entonces pienso para mis
adentros y digo, ahora todos son expertos en “foodball” ya no es Jordan, ahora
es Maradona o el que sea que sea. Me parece gracioso cada vez que me hacen
preguntas sobre ese deporte, mientras miraba su panza bajo la camiseta. Yo
puedo entender el carácter cardiovascular de correr de un lado a otro en un
pastizal recortado. Como dos tribus indígenas que juegan aquel antiguo juego de
la pelota, lo que no puedo entender son a los millones de pendejos
(admiradores,perdón) que lo que hacen es beber cerveza, comer maní, hablar
mierda y perder la tarde en esa barbaridad. Luego los vez por ahí tos
gordinflones con camisetas de “foodball”. Para esto ya el jovenzuelo se había
marchado con su juguete y quedé solo, como siempre, cavilando…
¿Qué carajos? Si ese barrigón
es fanático del deporte, yo soy fisiculturista, ¡coño!. Es como vestirse de
Jordan y nunca haber encestado un balón. En que masa de mamalones nos estamos
convirtiendo. A dónde queda la lógica de todo esto, hombre. Yo hablaré como un
suicida, pero él se ve ridiculísimo con esa camisa de deportista encima de tu
panza de cervecero y así seguí refunfuñado por los pasillos de la Universidad,
caminando hacia donde tanto les molesta: la Biblioteca… ¡universitarios de
mierda! I-universitarius. La nueva cepa coño, la nueva cepa.
José Israel Negrón Cruz
Escrito en junio del 2014
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