me acostaba
en las noches a mirar,
ese cielo tan lejano,
digno de admirar,
y encontré así,
una estrella especial,
una estrella diferente;
con aroma de
humildad.
Decidí echar a andar una ilusión,
un sueño,
un método para llegar,
a aquel cielo
tan lejano.
En análisis forzado
llegué a la conclusión
de que para alcanzar aquella estrella
hacia falta la construcción,
de un puente hecho de palabras,
al modelo
comunicación.
Cuando el puente se realizó
fue cuando todo comenzó.
Aun recuerdo aquel primer instante,
en aquel cielo impresionante.
Así quedó en el
pasado aquella primera ilusión,
para que su lugar fuera ocupado por esperanza,
por el hecho de que se había obtenido confianza.
Pasó el tiempo,
viviendo abrumadores momentos,
sueño en vida, secreto de aliento.
Pero por cosa del destino,
descubrí a conciencia
que me encontraba
en un ficticio camino.
Decidí bajar de aquel cielo,
volver a la realidad,
descubrir la verdad.
Dándole vueltas a la mente
me propuse hacerte mía,
la próxima vez que te tuviera enfrente.
Subí al cielo,
con aquel entorno mental diferente,
emocionado por el ambiente.
Con la voz cargada de sentimientos,
ocurrió el momento.
No hubo palabras,
solo un
silencio,
de desaliento.
Silencio que eterno será por siempre,
ya que aun permanece…
Recuerdo…
con dolor sus
palabras y mi cuerpo se estremece:
“una estrella del cielo
es prohibida para alguien del suelo”.
Luego de aquel mal suceso,
me sentía preso,
preso de mis circunstancias,
comprendí que no merecía su resplandor,
ni su gran elegancia.
Fue así como
decidí
despertar de
aquel sueño.
Destruí el puente
que había construido con empeño.
No sin antes utilizarlo para la despedida
de aquella estrella prohibida.
Utilice el puente para la subida,
y postrado allí,
ante su presencia,
cegado nuevamente
por el resplandor de su Excelencia,
obté por yo mismo brindarme aliento,
quitándome el vendaje,
el vendaje de
su resplandor
y pude emitir el mensaje,
de un modo adecuado y sano.
“Eterno es mi adiós”,
y me permitió darle un beso en la mano.
Ya culminada la despedida,
mientras descendía por el puente,
me sentía diferente,
como si algo le
faltase a mi vida.
Ya en el suelo,
bajado de aquel viaje,
de aquel vuelo.
Me resigné a dejar pasar los días,
No negaré cabida
para algún recuerdo,
en estados ebrios,
y en estados cuerdos.
Ya pasado el tiempo,
quizás por cosa del destino,
me dolía pasar por aquel camino,
el camino donde una vez existió el puente,
donde ahora yacen ruinas,
ruinas
reflejadas en miradas.
En un quizás indeciso,
por base de humildad,
me propuse reconstruir
aquel puente
a pesar de tu
aroma de vanidad.
El intento fue en vano,
el sacrificio fue mucho más grande que el premio.
Terminaré este recuerdo con detalles del presente,
aquellas ruinas
se han desvanecido,
ya no existen reflejos del puente.
Tú allá en tu cielo almacenarás todo el odio del
Universo,
para reciprocárselo a mi persona.
Por mi parte no guardo rencor,
sinceramente te deseo lo mejor.
Aunque no seas merecedora de estos versos,
tómalos como agradecimiento por la enseñanza;
de que uno no debe dejarse llevar por la cobertura de
diosa,
sino por los detalles.
Tu mentalidad, tu vanidad, tu forma de ser; destruye
esperanza.
Espero que te traten bien allá en tu cielo,
ya que no eres
nadie,
ni vales nada,
entre los que habitamos en el suelo.
Autor: José
Israel Negrón Cruz
Fecha: veintiocho de octubre de 1998
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