La puertorriqueñidad es un constructo de identidad que
comienza a dar manifestaciones sólidas en la literatura de mediados y finales
del siglo XIX. Para entender un poco lo que era ser puertorriqueño a finales
del XIX recurrí al periódico: El boletín mercantil, con la esperanza de
encontrar alusiones a la obra de Salvador Brau y leer un poco lo que sucedía en
la época. Los periódicos nunca son objetivos y siempre tienden a inclinarse
ideológicamente a un sector del poder. En el caso del boletín mercantil está
inclinación era en favor de la Metrópolis y Gobierno Insular. Leí la edición de
mayo de 1877 y me topé ciertos rasgos que levantaron suspicacia en mí. Aunque
la obra de Salvador Brau no apareció en limitada búsqueda que realicé. Sí otros
textos que me permitían saber por donde iba la sociedad en ese momento. Pese a
que la abolición de la exclatud se había dado hace poco años atrás, el racismo
era muy latente y habían dos Puerto Rico; uno blanco y uno negro. Los
puertorriqueños blancos pedían auxilio para poder suscitar a la crisis dada
tras liberación de los negros. Esto se aprecia en varias cartas de petición a
la metrópolis por parte representantes de la representantes de la burguesía
blanca. Estados Unidos parecía ya tener los ojos puestos en Puerto Rico y se
regaban rumores de jefes militares que se estaba moviendo en favor de la
anexión de Puerto Rico a los Estados Unidos, representando esto un acto de
traición contra el Rey. El periódico
evidencia también el poder enorme de la Iglesia Católica sobre la Isla entre
otros artículos de interés. En este paronama de inestabilidad política y
social, nace La vuelta al hogar, como un modo de reinvidincación del amor por
la patria.
En
cuanto a la obra que nos ocupa; La vuelta al hogar, es menester mencionar que
es creada por un puertorriqueño y dramaturgo culto que conocía las condiciones
para publicar en la Isla y lo que era ser puertorriqueño. La versión leída de La
vuelta al hogar fue la publicada en 1877 por la Nueva Imprenta del Boletín en
Puerto Rico, en 1877.
Al abrir el texto nos topamos con la
nota del P.O. M. Ferrer que autoriza la publicación y representación de la
misma. Esta nota que podría parecer insignificante ante el contenido del texto,
pero nos brinda una noción de los niveles de censura en se vivían, las condiciones
políticas-sociales en que fue redactada y posiblemente trabajada por el autor
ante la censura existente en este periodo. Durante la investigación realizada
en el Boletín Mercantil de mayo 8 de 1877. Se encuentra una nota que ataca al
General Baez por unirse en esfuerzo para que Puerto Rico se anexara a los
Estados Unidos. Como esta existe una multiplicidad de notas acusatorias de
traición. Sin duda alguna este fue un periodo de mucha tensión que como
dramaturgo, consiente de los intereses del gobierno no podía atacar de forma
abierta las políticas y los paradigmas establecidos a finales del XIX.
El texto se dedica a la madre Don
Salvador Brau, Doña Luisa Insensio de Brau a quien este le pide que bendiga su
trabajo. Una petición a tono con el cristianismo católico, imperante a finales
de este periodo histórico. La dedicatoria trasluce un ser humano sensible de
creencias religiosas y orden social que respeta la ascendencia, su madre en
este caso. Algo muy particular del puertorriqueño de este periodo y que se
repite en innumerables textos del XIX. Para aludir a un ejemplo poco rebuscado,
podemos echarle una mirada a la dedicatoria del Gíbaro de Manuel Alonso, que
comparte el mismo principio cristiano-judaico de honrar padre y madre, con la
diferencia de que Alonso le dedica el texto a su padre, comandante del ejercito
español. Esto nos da un constructo del puertorriqueño, desde una mirada
religiosa y social, que delata el respeto por su ascendencia heredado de la
tradición judía y transmitida por medio del catolicismo.
La obra presenta a los personajes y los
actores que interpretarán dichos personajes. Nos da el marco-histórico que es
el Puerto Rico de principios del XIX. Es común que el puertorriqueño del
periodo decimonónico represente el presente o el pasado en el teatro y la
literatura. Es así que podemos construir la mirada del puertorriqueño que
siempre es hacia la contemporaneidad o el pasado. En el Acto Primero aparece
las acotaciones donde describen la casa como una pobre, de madera, pero limpia,
una analogía de lo que podría ser el Puerto Rico de este entonces. Pobre pero
honrado, altivo y limpio.
En la
casa Brigida, Pepe y Consuelo. Se presenta una constante defensa de Consuelo a
Pepe que tiene un carácter holgazán y le gusta jugar. Se denota el racismo del
puertorriqueño en la expresión que aperece en la escena dos en boca de
Consuelo: “a Pepe lo obligan a trabajar como un negro” dando a entender que
primero no es negro y que segundo el trabajo duro parece estar destinado para
los que tienen este color. Brigida fue sirvienta de Don Pedro, que es el dueño
de la casa que los tres habitan. Es una sociedad machista ya que a pesar de
Pepe ser un holgazán es el único auxilio de ambas mujeres. Tristán, un jefe
marino esta enamorado de Consuelo. Persigue no ha corsarios, sino ha piratas. Tiene
una doble moral, ya que aunque le sirve al rey espera una oportunidad para
hacer negocios de contrabando y enriquecerse. “Tigre del mar” representa la
contra-autoridad que es en realidad
Gabriel. Consuelo no simpatiza con Tristán y dice en una ocasión “que si
tanta angustia le causa su belleza que no vuelva a la casa. Consuelo representa
el apego al hogar: “Yo amo más este hogar desconocido y su miseria afanosa, que
esa dicha fabulosa tan ponderada en mi oído” ante las palabras de Tristán. De
forma analógica pudiera poner la Patria, como el hogar, que va por encima de
todos los intereses económicos. El puertorriqueño de este periodo es uno de
profundo arraigo a su tierra y valores. No vende su dignidad. Consuelo es pobre
pero libre. Pobre pero altiva. Tristán es un hombre corrupto que espera una
galeta de contrabando y pudiera representar el gobierno de aquel entonces. Don
Pedro apela a la conciencia mientras que el empleado de gobierno le importa
poco lo piense el rey y la ley. Don Pedro representa al hombre viejo y honrado.
Es un hombre que no se deja persuadir ni pisotear su dignidad con ofertas
delictivas. Don Pedro nunca olvida a su hijo Gabriel. Don Pedro se siente
maldito porque abandono a su madre en España y castigo su hijo Gabriel, lo
abandonó a él. Al final del Acto primero aparece Gabriel quien maldice la
presencia de su padre en el hogar.
En el Acto Segundo Brigida le confiesa que el Pepe,
desea que su hijo Gabriel se junte con Consuelo. Esta parece sentir algo por
el. Consuelo es pura ante los ojos de Gabriel. Gabriel es un pirata que le robó
la hija y el dinero a Tristán y se topan de frente en la casa de Don Pepe. El
tema de la honra aparece en la discusión que presenta el viejo Pepe cuando le
reclama a Gabriel el haber deshorado su familia.
Grabriel y Tristan se confrontan por el amor de
Consuelo. En un momento dado el padre quiere matar al hijo por violentar su
honor. Brigida le salva la vida a Gabriel y el regresa a la casa a confesarle
su amor por Consuelo. Pepe se enfrenta a Tristan. Consuelo ora ante la cruz de
madera que yace en la casa y sale a resulucir la importancia del perdón del
padre. La importancia del perdón del padre.
Los puertorriqueños pudieran representarse como individuos que llevan
una larga tradición de honra familiar traída de España. La honra es casi tan
importante como Dios. En cuanto a la religión son católicos fervientes, devotos
de Cristo. Su carácter es orgulloso y altivo sin importarlas circunstancias en
las que se encuentre y honra la vejez. Pudiéramos decir que la
puertorriqueñidad, en la obra de Salvador Brau, representada por la casa y la
familia es un valor indelegable sin importar las condiciones económicas en las
que se encuentren los puertorriqueños.
José Israel Negrón Cruz
1 de diciembre del 2015
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