"Maestro... ¿Por qué no se quedó en su casa?"


La primera vez que me preguntaron: ¿maestro por qué vino hoy? Pensé que era una broma. Esto fue hace diez años. En estos tiempos, la pregunta es más abarcadora: ¿profesor, qué maestros faltaron? Todas las mañanas, con una vocación impresionante, un estudiante de mi salón hogar me la hace. La meta para este alumno, parece ser; hacer y aprender lo menos posible.

Los educadores enfrentamos hoy, el reto de convencer a una generación desinteresada en los estudios, que aprender y formarse académicamente vale la pena. Competimos con la distracción de los celulares e instrumentos tecnológicos que aunque bien pueden servir como herramientas al servicio del conocimiento, el uso que ellos le dan, en la mayoría de los casos, es para su entretenimiento. Vivimos en una sociedad que no premia y reconoce el esfuerzo académico del individuo. Donde ingenieros, químicos y abogados, después de terminar sus carreras no consiguen empleo. Y personas que sin preparación académica, obtienen puestos de trabajo, bien remunerados, por medio de favores políticos y gestas en el mundo ilegal. El viejo discurso: "estudia para que seas alguien en la vida" se ha desmoronado y el incentivo de estudiar para tener una vida económicamente satisfactoria en la posteridad se ha convertido en una realidad incierta.

La educación y formación académica no debe ser un asunto exclusivo de pesetas y centavos, sino que debe incluir otras facetas humanas como incetivo. El crecimiento y desarrollo intelectual como entes racionales es invaluable. El maestro tiene el reto de ser honesto y enseñarle al estudiante que el conocimiento no se mide con dinero. La educación no puede seguir viéndose como un negocio, donde si al final no obtienes el dinero que esperabas; perdiste tu tiempo. La educación es un instrumento de crecimiento individual que dura y enriquece la vida.

Por eso, cuando preguntan: ¿Maestro para que vino hoy? Respondo con lo más profundo de mi ingenio; vine para enseñarte que el dinero va y viene con el tiempo, pero los valores y el conocimiento adquirido durante tus años de formación académica, siempre se quedan, te engrandecen como ser humano y eso no tiene precio.

José Israel Negrón Cruz
16 de noviembre del 2016



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