Los ciegos

Ayer caminando por la Tierra Ciega,
fui a un rio con un habitante,
observé algo alarmante;
una niña ahogándose
en aquel mar de semen.
Al otro lado del rio,
los muy religiosos,
gritaba: ¡que la quemen!
MI acompañante dijo: ¡que hermosura!
Esa bellaquita de quince años
ya no puede darse el lujo de ser pura.
Le di la mano a aquella niña,
salió empapada de semen,
se  limpió, se purificó,
para el otro día volver a nadar.

Me aleje de aquel lugar
y vi un hermano matando a otro,
 alarmado le pregunto: ¿Qué haces?
Me dijo- no es nada,
mi corazón más que eso soporta.
En el barrio nadie va nada, así que no importa.

Seguí caminando,
por quitarme unos pesos me dieron una golpiza,
mientras al otro lado de la calle peleaban por política.
Allí desde el piso miré hacia la esquina
y vi como unos pendejos se paseaban la machina.

Me levanté de aquel suelo,
me introduje a un barrio,
me senté en una barra al lado de un viejo,
lo miré a los ojos  y pedí un consejo.
Me dijo-tienes los ojos abiertos,
eres un pendejo.
 Me comentó que él también podía ver,
pero poco a poco se le fueron cerrando los ojos,
y  ya no siente nada, ni un enojo.
Me dijo- el mejor consejo que te puedo decir,
es que cierres los ojos y comiences a morir.

Lo que él nunca supo es que yo estaba muerto
y ahora es que estoy empezando a ver, a vivir,
y mañana volveré a ver, lo mismo y más.
¡Dios quiera!

y algún día pueda estar con esta sociedad en paz!


Autor: José Israel Negrón Cruz      
Escrito el 17 de mayo de 1998

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