Una amiga que recientemente quedó desempleada se me acerca angustiada. Es una persona de buen corazón, en el fondo quiere hacer lo correcto, o lo que ella entiende como correcto. Su mayor problema es que tiene una idiosincrasia consumista; una cultura de compra y compra que no acaba. Hoy me pidió que pare de regañarla y quizás tenga razón, no soy su papá y puedo parecer en ocasiones un personaje amargado como “Grinch”. En el fondo lo hago por su bien. Pero noto que esta época de navidad le da un profundo estrés, donde en vez de disfrutar, se malhumora y deprime por una responsabilidad ficticia, “la responsabilidad de regalar”.
Se
acerca el 25 de diciembre y para ella es importante meterse en una tienda y
comprar un pedazo de plástico. Y sé que no es el pedazo de plástico convertido en juego de video, muñeca Barbie o Transformer. El pedazo de plástico para ella
y dentro de su cultura de consumo es un símbolo de amor. Es un recipiente del cariño
que ella siente por sus familiares y amigos. Y lo entiendo en alguna medida, pero no lo secundo. Le causa un gran estrés el no poder regalar lo que quisiera en esta época,
porque ella regala por compromiso, porque la cultura le impone hacerlo. ¿Regalar plástico,
es regalar amor? –Al menos no para mí.
Sé que esto le parece pesado a los
consumistas, que son muchos. Pero en una economía austera, debemos tener
prioridades, metas tangibles, racionales y dejar a un lado todos estos inventos y presiones sociales destinadas al consumo, que al final de cuentas terminan por dañar una época tan bella… ¡Feliz navidad
a todos y regale si puede!