El puertorriqueño quejón




"A los débiles; la queja, el mero hecho de quejarse
les da un aliciente que les hace la vida, meramente soportable"
Nietche

Si hubiera un barómetro de quejas; el boricua lo rompe. La queja se ha convertido en uno de los rasgos culturales más notables del puertorriqueño. Y es que ante la humana impotencia de no poder resolver nuestros problemas, hemos escogido la queja como zona de escape. Sentimos que aquí nada funciona bien, que el País se nos ha vuelto un desastre. Nuestras expectativas como individuos y sociedad superan por mucho nuestra realidad. Nuestro fracaso colectivo, rebota en quejas por todas partes y de casi todos los sectores. Basta escuchar a mi amigo Jay Fonseca, Molusco u Ojeda; que han hecho de la queja una forma de vida rentable y en el caso de ellos en particular quizás efectiva. Pero no todos somos eficaces en ese rol. Y siendo honesto; muchos nos despertamos cada día a esperando la mala noticia para llenar las redes sociales, las emisoras radiales y televisivas con nuestros pesares comunes e individuales, cuchillar con el vecino del basurero que tenemos enfrente y lamentar la muerte de otro menor. El problema estriba en que el propósito de la queja descansa en la expectativa de que alguien más nos resuelva la molestia. ¡Por eso nos quejamos tanto! Porque nos acostumbramos a encontrar soluciones  en el Gobierno, en la Iglesia y en los otros. Y nos hemos convertido en personas que reaccionan y expresan constantes molestias, pero en pocas ocasiones se toman acciones concretas.

¿Qué podemos hacer más allá de indignarnos y quejarnos?

La queja es solamente útil cuando recibe respuesta, sino es solo un ejercicio fútil que desemboca en una mayor frustración. No es fácil, pero tenemos que aceptar que nos estamos quedando solos y si algo nos molesta o lo resolvemos nosotros o no se resuelve. Ha llegado el momento histórico que retomemos la acción cívica organizada. Tenemos que organizar las comunidades y depender menos del gobierno local y extranjero, para resolver nuestras necesidades inmediatas. En muchas ocasiones el Gobierno se ha vuelto en un organismo entorpecedor en vez de facilitador. Y debemos echarlo a un lado y hacer las cosas por nosotros mismos y buscar movernos a la autosuficiencia. Nos espera un camino largo pero no imposible. Los puertorriqueños en nuestra inmensa mayoría no somos vagos y viciosos, sino que por el contrario hemos sido coartados en muchas ocasiones de la oportunidad de desempeñarnos como entes de utilidad en nuestra propia sociedad, por eso es necesario que nosotros mismos saciemos la necesidades que nos aquejan y creemos los espacios y grupos de acción social.

Siempre existirá el quejón de oficio, aquel se molesta si la luz se pone roja, si la fila está larga en el supermercado. El que si hace calor se queja, pero si llueve también se molesta. Y si le ponen un espejo de frente pelea hasta consigo mismo. Y sí... muchos somos culturalmente quejones, pero en el fondo es porque sentimos impotencia ante la desorganización social y el no poder hacer más para resolver las dolencias inmediatas. Olvidemos los modelos de dependencia, trabajemos con inteligencia y conciencia. Sino tu salida no será en la queja; será en el avión...

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