La mañana del 6 de agosto descubrió que
su primer vídeo había sido
un fracaso. Obtuvo 342 visitas y lo había dado todo; piernas, pompas, pechos y un tongoneo de
caderas al ritmo de la música de Bad Bunny. La fórmula del éxito seguro pensó, antes de ver los resultados. Se
frustró y reaccionó haciendo
un segundo vídeo llorando, agrediéndose y
reclamándole al público por no apoyarla en aquel esfuerzo empresarial: “¿Por qué no me quieren?” decía mientras se pegaba
en la cara con una vieja manopla de su padre que se encontraba de viaje en
Santa Cruz. Su cara hinchada, desfigurada, fue un escándalo en las redes sociales
y poco tiempo después, el vídeo había alcanzado miles de visitas. Su primer gran logro fue
un buen número inicial
de seguidores.
Una semana después intentó repetir la hazaña y se golpeó la cara
con una macana, pero
obtuvo menos visitas que en el vídeo anterior. “¿Es todo lo que tienes?”, “la misma rutina”, se leía en
algunos comentarios. Mía necesitaba un sacrificio mayor para aumentar los seguidores y anunció: “el domingo 2 de septiembre cortaré una parte de mi cuerpo en vivo”.
Aquello causó furor. Los miles
de seguidores que la habían visto golpearse con la manopla trajeron otras miles
de personas a su canal. Mía lo tenía todo
calculado, encendió la cámara, espero que una cantidad significativa de usuarios
se conectara y con un afilado cuchillo de carnicero corto el dedo meñique del pie. Las redes se alborotaron,
la sangre corría por su cuarto mientras ella se retorcía de dolor. Aquel grotesco
espectáculo trascendió. Su madre estaba de vacaciones en Florida, por lo que aquella
hija única tenía la casa sola para sufrir y sobre todo transmitir su dolor en
vivo. Cuando terminó el vídeo se puso
una gasa para contener la sangre y cotejó el número de visitas. İUn millón! Obtuvo un logro mayor que solo le había costado el meñique de su pie; un dedo que no tiene
uso ni propósito. “Para qué sirve el meñique del pie”, se preguntaba. En todo caso es un estorbo, un
dedo que fue creado para chocar con las esquinas de la casa y molestar dentro
de los tacones angostos. Pero ella le había encontrado un propósito, era la
ficha de pase a la fama.
Aquel poder que le daba el ser
reconocida como La muñeca sin meñique del Tiktok vino con exigencias mayores, y los
mensajes no paraban: “necesitamos más”, “¿cuándo vuelves a subir un en vivo?”, “te ves hermosa sin el
meñique”. Mía ya no era suya, era de sus “fans” y
haría un nuevo directo donde dejaría atónitos a todos: “El próximo 2 de octubre
será mi próximo vídeo y me desharé de una parte mayor de mi cuerpo”, escribió en su Instagram al
pie de una provocativa foto descalza. Las redes habían enloquecido, el millón
de personas que había presenciado cuando se cercenó el meñique trajo otro millón de curiosos que convertirían aquel acto de
autoagresión en uno de los más vistos en los últimos tiempos. Los fervientes fanáticos
habían traído consigo detractores que desarrollaron un debate sobre aquel espectáculo
escandaloso: ¿Somos o no los
dueños de nuestro meñique? “Cercenarse el meñique era una modificación corporal entendible” decían sus
defensores, si la sociedad permite que te rompas una oreja para ponerte una
pantalla, también debe permitir que te cercenes el meñique como un acto estético.
El reloj de la sala marcó las ocho de la noche, cuando 1,302,004
personas estaban conectadas a la transmisión de Mía aquella noche de octubre, cientos comenzaron
a subir fotos de sus pies sin meñique a la transmisión. Una guillotina francesa que fue
sacada del cuarto de colección de su padre brillaba por su presencia. Aquel símbolo
de rebelión antimonárquica volvió a disposición del pueblo en aquella transmisión en vivo. ¿Se cortará la cabeza?, se preguntaban. “Que se
corte la cabeza” escribió alguien. “Eso sería épico”, respondió otro, mientras Mía acomodó su brazo izquierdo en la guillotina,
miró hacía el techo y dejó caer el filo que separó su hombro del torso en segundos.
Gritó, lloró, mientras se puso un torniquete para
detener la sangre. Lo tenía todo planificado y le había salido bien. En el
torniquete había una solución que retrasaría el desangramiento y hace doce minutos
que había llamado la ambulancia. Cuando escuchó el sonido a lo lejos de esta, dejó caer la guillotina. Mía perdió su brazo izquierdo, pero no era
zurda. Y qué era un brazo de
semiuso ante la fama adquirida. No lo necesitaba para escribir y podía hacer
todo con la derecha. En conclusión, aquel brazo no valía más que los cien
millones de seguidores que había adquirido en las redes de manera espontánea.
En el hospital explicó que fue un accidente y cómo no había relación directa entre sus
cuentas cibernéticas y ella, nadie levantó sospechas en aquel Centro Médico ajorado donde llegaban
tiroteados, desmembrados, junto a todo tipo de accidentes fatales. Un brazo cortado
era perfectamente normal en ese espacio. Aquella estadía en el hospital la llenó de un valor insospechado. Mientras estuvo
allí su base de seguidores creció y surgió un grupo radical de apoyo en las
redes sociales: “Los mancos”. Era toda una estrella y se debía a su público,
por lo que prometió realizar el acto más impresionante jamás visto para el 31 de octubre.
La fecha llegó. Sentada en el borde de la piscina
de su casa en Guaynabo, Mía se sorprendía con la belleza de su reflejo en el
agua al lado de la guillotina. Mía; la muñeca sin el menique del pie se convertiría en
algo más grande, pero aún no decidía que parte de su cuerpo cortar. Pensó en su
trasero, pero atraía visitas en Tiktok. Luego contempló sus ojos, quizás sacarse uno sería buena idea, pero eran de un azul
hermoso que cautivaba las miradas en Instagram. Entonces sus piernas bien
torneadas, pero siempre recibían elogios de ellas en Facebook y los senos ni soñarlo. Todo eso lo necesitaba para las
redes sociales. Entonces se le ocurrió picarse el otro brazo. Encendió la cámara, inicio el en vivo, y el
primer comentario fue “esperamos que no repita y se corte el otro brazo”, “tiene
que hacer algo nuevo”… La presión era enorme, necesitaba extirpar una parte de
su cuerpo que no necesitara para ser exitosa en el mundo de los números computables
de una plataforma y no podía ser su brazo. Lo pensó por un momento y cayó la guillotina frente a un billón de
espectadores. La piscina se lleno de sangre mientras los números subían de
manera continua. Aquella parte de su cuerpo inservible para aquel mundo quedó sobre el cemento como un grupo de
serpientes pegadas que parecían una enorme nuez abierta por la mitad. El resto
de su cuerpo joven y bello cayó al agua en busca de su reflejo. A los pocos minutos, de los
restos de aquel hermoso cuerpo sin cerebro nació una flor que sería reconocida por siempre en la redes
sociales como influencer. Hoy se dice que al lado de la influencer se escucha
la risa un niño que poco a poco se convierte en melodía. İMelodía!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario