Rashel

Rashel despierta con ánimo, se viste, revisa sus materiales, se despide de su madre que partirá a limpiar casas y de su padre que ya tiene las botas puestas en la pequeña sala de aquel apartamento en Barrio Obrero. Camina media hora hacia la escuela, desayuna en el comedor y llega temprano al salón. Siempre da los buenos días, se sienta en la primera fila y saca su libreta. Ama cuando analizamos poesia, interpreta personajes de obras de teatro, devora cuentos por iniciativa propia y al leer El color de mis palabras dijo: “quiero ser escritora”. El semestre pasado compartió y ayudó a sus compañeros cuando no entendían algo en lo que ella tenía habilidad de sobra. Nunca faltó sin excusa y obtuvo la calificación más alta. Hoy Donald Trump volvió al poder, se ordenaron las redadas. Cuando llegué al salón, la primera silla estaba vacía y un mensaje de texto, enviado desde un teléfono de Obama, flotaba en mi celular: “Rashel ya no asistirá debido a su estado migratorio”.

                                                                                        José Israel Negrón Cruz

                                                           14 de enero de 2025

                                                

Carmen Turull vive

 

    Yo no creo en la casualidad, así que, por alguna razón mística, diría yo, los últimos dos libros que han pasado por mis manos tienen la presencia de Carmen Turull. El primero fue la novela de Migdalia López Carrasquillo: La muralla de amor, y el segundo; la novela La jaula, de Roberto Ramos Meléndez. En el primero Migdalia le dedica su libro a Turull y crea un personaje que tiene mucho de ella, hasta la forma de despedirse del mundo. En el segundo, Carmen le escribe el prólogo a Ramos Meléndez. Y en esta tercera ocasión yo la traigo con el recuerdo de quien fuera mi maestra de pedagogía hace dos décadas atrás en la Facultad de Educación. Porque los buenos maestros nunca mueren y viven en nosotros. Por eso es necesario mentarlos, como dice Migdalia en su libro: “la Carmen Turull mentá” y recordar esa fuerza hecha mujer, que sobrevivió al dolor más grande de la vida y nunca se quitó hasta el momento de su transformación. Esa fue la mayor enseñanza que me dio con su ejemplo. İ No te rinda y da lo mejor de ti! Por eso hoy Carmen Turull vive en los libros que leo, en mi recuerdo y en la vida de miles de estudiantes que pasaron por sus manos y hoy la recuerdan con gratitud.

José Israel Negrón Cruz 

24 de marzo de 2023 

“Mi mamá me ama” / Emilio Diaz Valcárcel / Comentarios de José Israel Negrón Cruz

Cuando Sol A. Guzmán me entregó el libro que Ilia Ballester me había enviado (ambas compañeras profesoras), era principio de semestre. Aún los estudiantes no habían iniciado el ciclo escolar y yo le daba los últimos toques de azul con marrón a mi aula. Puse la novela sobre mi escritorio, no sin antes ojearla un poco. A pesar de tener cuarenta años de haber sido publicada, parecía que nunca la habían leído; no había anotaciones ni dobleces de lector. El libro de Díaz Valcárcel estuvo dos meses en mi escritorio, al alcance de mi mano, entre exámenes y papeleo burocrático del Departamento de Educación. Entonces tuve una de mis crisis existenciales donde me cuestiono: ¿esto es realmente lo que quería hacer con mi vida? Detrás de esa pregunta siempre se esconde lo mismo; el miedo a perder el tiempo trabajando. Esas crisis las resuelvo leyendo y escribiendo. Y es que el sentido de la existencia humana, para mí, se encuentra en la literatura como forma de vida plena. Una lectura es superior a una conversación, incluso con el propio autor de esa lectura que te apasiona. Porque el que escribe pone, en la mayoría de los casos, lo mejor de él. Por eso, al leer una novela me estoy quedando con un pedazo de la vida del autor en el que dejó semanas, meses o años en el proceso de parir ese libro. Leer “Mi mamá me ama” me ha dotado de una parte de Diaz Valcárcel que se queda  conmigo y provoca reacciones y reflexiones que hoy comparto.

 La dedicatoria del libro a Don Ricardo Alegría anuncia que el tema de la identidad cultural estará presente en la lectura. Su personaje principal y voz narrativa, Javier Durán, alias Yunito, es un joven (veinte años) de convicciones asimilistas difíciles de digerir, aunque si hoy día toleramos a individuos que se sienten planta, perro o pared, los lectores podemos aceptar a un puertorriqueño que se crea yanqui, aunque los personajes de la novela no. Por lo que en uno de sus delirios anexionistas empieza a decir que caerá nieve en Guánica; ese pueblo por donde curiosamente comenzaron su invasión a Puerto Rico los estadounidenses, y recibe una paliza por individuos a los que no les hizo chiste su gracia. Este cae en la cama de un hospital en San Juan desde donde hace divagaciones mentales y apuntes con la excusa de producir un escrito para la Student Review como parte de una tarea asignada por el Sr. Manson; su maestro en el Adirondack College. Esa experiencia de cursar estudios superiores en los Estados Unidos le sirve para reafirmar su posición ideológica respecto a la identidad “anglosajona” de los puertorriqueños y puede comparar los paisajes superiores, según él, de “allá afuera con lo de aquí”. En esa cama de hospital, Yunito le habla al lector desde su posición de privilegio que disfraza con continuas aseveraciones jurídicas, aprendidas de su padre; un prominente abogado de la Isla que compartía buffet con su padrino; político sagaz del anexionismo puertorriqueño con el que Yunito recorre parte de la Isla en una campaña política de donde recoge experiencias para su informe. Este escribe desde la altivez característica de su posición económica y describe las tradiciones y costumbres de los lugares y personas con las se topa en ese proceso campaña. Después de juzgar, menospreciando a muchos de los presentes en el mitin político, se reafirma de manera sospechosa en que no discrimina de manera racial o social, a pesar de sus alusiones peyorativas que inquietan la mente del lector. Lo social-político se intercala desde el inicio de la novela con lo erótico. Yunito hace descripciones llamativas sobre el apetito sexual descontrolado de su hermana menor, quien después de ser sorprendida en el acto íntimo con el jardinero, decide echarse encima todo hombre que llega a la casa, creando así un problema para contratar el servicio de figuras masculinas por la familia. Todo esto parece durar hasta que consigue un maestro comunista con el que ella se “tranquiliza”, pero la familia se inquieta por sus inclinaciones políticas. También tenemos la figura Patty y su madre; la señora Mrs. Wagengald (gringas calientes) que comparten intimidad con Yunito y este se da el “lujo”, en sus cavilaciones, de compararlas en sus relaciones íntimas. Saliendo “ganadora” la señora madre por su experiencia y delicadeza en los amoríos. Todo esto ocurre mientras se enamora de la Delgado: puertorriqueña de caserío, enfermera del hospital y chica que este intenta seducir presumiendo su posición social, pero que, para su sorpresa, no le corresponde y es quien termina narrando el capítulo final de la novela cuando Yunito sale sano del hospital. Dándole así voz a esa otra clase social y permitiéndole emitir juicios sobre el joven Yunito y su familia de los cuales no salen bien parados.

Diaz Valcárcel crea una novela entretenida que juega con el tema de la asimilación de la clase alta puertorriqueña a lo estadounidense hasta rozar con la sátira a través de las acciones del personaje principal y su familia, mientras atrapa al lector con temas pseudo tabú de la sexualidad como la promiscuidad descontrolada de una adolescente de clase alta y la relación de una madre y una hija con un mismo joven, creando así una obra que nos atrae por la curiosidad sexual y nos entretiene con la presentación de las resonancias político-económicas representadas por medio de la narración de un joven privilegiado.

 

José Israel Negrón Cruz

18 de nov. de 22


Influencer



    Sentada en el borde de la piscina de su casa en Guaynabo, Mía se sorprendía con la belleza de su reflejo en el agua, recién había terminado estudios en La Academia María Reina y decidió tomarse un año libre para desarrollar su carrera en las redes sociales. Pensó en Tiktok; una plataforma que le garantizaría grandes ingresos con muy poco esfuerzo. Todo era cuestión de tener el equipo de grabación apropiado, bailar un poco, mirar la cámara y ser más coqueta de lo habitual para general miles de millones de visitas que le dejarían una fortuna en anuncios publicitarios, promociones y otros ingresos derivados de sus videos, pero lo que Mía no sabía es que esa fórmula del éxito ya estaba viciada y tendría que ir mucho más lejos para lograr su meta.

La mañana del 6 de agosto descubrió que su primer vídeo había sido un fracaso. Obtuvo 342 visitas y lo había dado todo; piernas, pompas, pechos y un tongoneo de caderas al ritmo de la música de Bad Bunny. La fórmula del éxito seguro pensó, antes de ver los resultados. Se frustró y reaccionó haciendo un segundo vídeo llorando, agrediéndose y reclamándole al público por no apoyarla en aquel esfuerzo empresarial: “¿Por qué no me quieren?” decía mientras se pegaba en la cara con una vieja manopla de su padre que se encontraba de viaje en Santa Cruz. Su cara hinchada, desfigurada, fue un escándalo en las redes sociales y poco tiempo después, el vídeo había alcanzado miles de visitas. Su primer gran logro fue un buen número inicial de seguidores.

Una semana después intentó repetir la hazaña y se golpeó la cara con una macana, pero obtuvo menos visitas que en el vídeo anterior. “¿Es todo lo que tienes?”, “la misma rutina”, se leía en algunos comentarios. Mía necesitaba un sacrificio mayor para aumentar los seguidores y anunció: “el domingo 2 de septiembre cortaré una parte de mi cuerpo en vivo”. Aquello causó furor. Los miles de seguidores que la habían visto golpearse con la manopla trajeron otras miles de personas a su canal. Mía lo tenía todo calculado, encendió la cámara, espero que una cantidad significativa de usuarios se conectara y con un afilado cuchillo de carnicero corto el dedo meñique del pie. Las redes se alborotaron, la sangre corría por su cuarto mientras ella se retorcía de dolor. Aquel grotesco espectáculo trascendió. Su madre estaba de vacaciones en Florida, por lo que aquella hija única tenía la casa sola para sufrir y sobre todo transmitir su dolor en vivo. Cuando terminó el vídeo se puso una gasa para contener la sangre y cotejó el número de visitas. İUn millón! Obtuvo un logro mayor que solo le había costado el meñique de su pie; un dedo que no tiene uso ni propósito. “Para qué sirve el meñique del pie”, se preguntaba. En todo caso es un estorbo, un dedo que fue creado para chocar con las esquinas de la casa y molestar dentro de los tacones angostos. Pero ella le había encontrado un propósito, era la ficha de pase a la fama.

Aquel poder que le daba el ser reconocida como La muñeca sin meñique del Tiktok vino con exigencias mayores, y los mensajes no paraban: “necesitamos más”, “¿cuándo vuelves a subir un en vivo?”, “te ves hermosa sin el meñique”. Mía ya no era suya, era de sus “fans” y haría un nuevo directo donde dejaría atónitos a todos: “El próximo 2 de octubre será mi próximo vídeo y me desharé de una parte mayor de mi cuerpo”, escribió en su Instagram al pie de una provocativa foto descalza. Las redes habían enloquecido, el millón de personas que había presenciado cuando se cercenó el meñique trajo otro millón de curiosos que convertirían aquel acto de autoagresión en uno de los más vistos en los últimos tiempos. Los fervientes fanáticos habían traído consigo detractores que desarrollaron un debate sobre aquel espectáculo escandaloso: ¿Somos o no los dueños de nuestro meñique? “Cercenarse el meñique era una modificación corporal entendible” decían sus defensores, si la sociedad permite que te rompas una oreja para ponerte una pantalla, también debe permitir que te cercenes el meñique como un acto estético.

El reloj de la sala marcó las ocho de la noche, cuando 1,302,004 personas estaban conectadas a la transmisión de Mía aquella noche de octubre, cientos comenzaron a subir fotos de sus pies sin meñique a la transmisión. Una guillotina francesa que fue sacada del cuarto de colección de su padre brillaba por su presencia. Aquel símbolo de rebelión antimonárquica volvió a disposición del pueblo en aquella transmisión en vivo. ¿Se cortará la cabeza?, se preguntaban. “Que se corte la cabeza” escribió alguien. “Eso sería épico”, respondió otro, mientras Mía acomodó su brazo izquierdo en la guillotina, miró hacía el techo y dejó caer el filo que separó su hombro del torso en segundos. Gritó, lloró, mientras se puso un torniquete para detener la sangre. Lo tenía todo planificado y le había salido bien. En el torniquete había una solución que retrasaría el desangramiento y hace doce minutos que había llamado la ambulancia. Cuando escuchó el sonido a lo lejos de esta, dejó caer la guillotina. Mía perdió su brazo izquierdo, pero no era zurda. Y qué era un brazo de semiuso ante la fama adquirida. No lo necesitaba para escribir y podía hacer todo con la derecha. En conclusión, aquel brazo no valía más que los cien millones de seguidores que había adquirido en las redes de manera espontánea.

En el hospital explicó que fue un accidente y cómo no había relación directa entre sus cuentas cibernéticas y ella, nadie levantó sospechas en aquel Centro Médico ajorado donde llegaban tiroteados, desmembrados, junto a todo tipo de accidentes fatales. Un brazo cortado era perfectamente normal en ese espacio. Aquella estadía en el hospital la llenó de un valor insospechado. Mientras estuvo allí su base de seguidores creció y surgió un grupo radical de apoyo en las redes sociales: “Los mancos”. Era toda una estrella y se debía a su público, por lo que prometió realizar el acto más impresionante jamás visto para el 31 de octubre.

La fecha llegó. Sentada en el borde de la piscina de su casa en Guaynabo, Mía se sorprendía con la belleza de su reflejo en el agua al lado de la guillotina. Mía; la muñeca sin el menique del pie se convertiría en algo más grande, pero aún no decidía que parte de su cuerpo cortar. Pensó en su trasero, pero atraía visitas en Tiktok. Luego contempló sus ojos, quizás sacarse uno sería buena idea, pero eran de un azul hermoso que cautivaba las miradas en Instagram. Entonces sus piernas bien torneadas, pero siempre recibían elogios de ellas en Facebook y los senos ni soñarlo. Todo eso lo necesitaba para las redes sociales. Entonces se le ocurrió picarse el otro brazo. Encendió la cámara, inicio el en vivo, y el primer comentario fue “esperamos que no repita y se corte el otro brazo”, “tiene que hacer algo nuevo”… La presión era enorme, necesitaba extirpar una parte de su cuerpo que no necesitara para ser exitosa en el mundo de los números computables de una plataforma y no podía ser su brazo. Lo pensó por un momento y cayó la guillotina frente a un billón de espectadores. La piscina se lleno de sangre mientras los números subían de manera continua. Aquella parte de su cuerpo inservible para aquel mundo quedó sobre el cemento como un grupo de serpientes pegadas que parecían una enorme nuez abierta por la mitad. El resto de su cuerpo joven y bello cayó al agua en busca de su reflejo. A los pocos minutos, de los restos de aquel hermoso cuerpo sin cerebro nació una flor que sería reconocida por siempre en la redes sociales como influencer. Hoy se dice que al lado de la influencer se escucha la risa un niño que poco a poco se convierte en melodía. İMelodía!

31 de octubre de 2022

El último Don de Mario Puzo / Comentario y resumen de José Israel Negrón Cruz


            Mi interés por los relatos sobre la mafia comenzó después de ver la película El Padrino en 1994. A partir de esa experiencia supe que la lectura de Puzo se había vuelto compulsoria  como Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano o la Madame Bobary de Gustave Flaubert. Y es que la motivación de la vida siempre es un libro pendiente; eso que deseamos completar y dejamos para luego. A muy corta edad, esas historias cinematográficas de la mafia siciliana me cautivaron. A diferencia de otros niños, yo no quería ser Superman, Batman o el Chapulín Colorado. Yo fantaseaba con la posibilidad de convertirme en un “don” de la mafia cuando llegara a adulto. Pero había una limitación de por medio, y es que no era italiano y menos siciliano (uno de los requisitos básicos para ser mafioso), así que tenía que conformarme con la versión criolla, “great value” que me ofrecía Puerto Rico: el llamado bicho… te. Esta aspiración se vio plasmada en mi primer cuento, “El nuevo mundo de Jinc” de 1995, que trataba sobre un niño que se hacía “bicho… te” y descubría un nuevo planeta en donde fundó una sociedad más equitativa.

Los noventa fueron los tiempos de Roselló padre y su pandilla, y ante tanto pillaje gubernamental yo estaba convencido de que la redención social no podría salir de un gobierno corrupto, sino del bandidaje y el “malandreo” de la calle. Un nuevo orden social se levantaría de la mano del bajo mundo puertorriqueño. En sexto y séptimo grado de escuela,  recuerdo que me iba a pie en las mañanas para el Colegio La Providencia y tenía que pasar por Villa Crack; un campamento improvisado de adictos a droga que se encontraba al final de la calle. Allí, en el Monacillo oscuro de mi niñez, vi carros quemados, jeringuillas, muertos boca arriba, muertos bocabajo, muertos de lado y muertos en posiciones no clasificadas. Las bolsitas de droga eran la orden del día y por todos lados habían “caplets”; que eran como los tubos de las muestras de los perfumes, solo que estaban hechos de plástico y en vez de emitir un olor aromático, emitían una pestilencia de goma quemada cuando la consumían. Pero todo aquello no era suficiente para que yo viera el daño causado por los señores de la droga en Vista Hermosa y Monacillo. Y me empecinaba en defender ese mundo y echarle la culpa de todos nuestros males a la corrupción política que se vivía en el País.

 Aquel mundo de principio de los noventa tenía una sazón adicional dentro de toda aquella mestura de droga y corrupción, y era la recién nacida corriente de música “underground” en donde se hacía apología constante de la vida en el bajo mundo. Y adivinen qué… el nene de colegio estaba montado en esa película y se sentía “a fuego”, bien calle. Lo que me hace pertinente contar lo que ocurrió hace un año cuando me envenené con ron caña y paré en el Hospital Metropolitano de la carretera 21 en San Juan. Recuerdo que estaba todo deshidratado en una camilla, semimuerto y se acercó un médico que me reconoció.  Se acercó con su bata blanca, ¿tú estudiaste en Provi? Fue increíble, qué memoria prodigiosa tenía aquel doctor del cual yo no tenía idea de quién era. Me reconoció porque yo era el traficante de “cassettes underground” de la escuela y él fue uno de mis asiduos clientes. İQué cosas tiene la vida! Yo era un promotor de la cultura del lumpen puertorriqueño en un colegio clasemediero. Ese José que fui, rebelde y callejero, pero al mismo tiempo amante de la literatura desde aquellos tiernos doce años, veía en la obra de Mario Puzo un alineamiento de planetas en donde se introducía la vida y los quehaceres de la mafia italoestadounidense dentro del mundo literario. Así fue como entendí que tenía que leer a Puzo: el padre del relato mafioso moderno (eso me lo inventé yo). Le debía esa lectura al niño que fui.

Hace mes y medio, de una gaveta de ropa que utilizo para guardar libros extraje la novela de Puzo. Mire su grueso lomo y por costumbre ojee sus seiscientas y pico de páginas.  Era una novela extensa como el Quijote y llamativa por su color amarillo como el Mundo de Sofía. En ese momento mientras la tocaba, supe que aquella deuda que contraje conmigo mismo hace veintisiete años se consumaría.

Bueno, a los que vinieron por el resumen de la novela, pueden avisarle a sus amigos que comienza en el quinto párrafo. ¿Y de qué trata? La novela gira en torno a una familia de la mafia italoestadounidense. Don Doménico Clericuzio llega a Estados Unidos (alrededor de la segunda o tercera década del siglo XX) huyendo de la persecución del gobierno de Mussolini en Italia contra las mafias organizadas. Él se establece como el patriarca de la familia y desarrolla un imperio económico al margen de la ley estadounidense. Este, después de toda una vida en la empresa criminal, tiene la aspiración de sacar a sus descendientes del mundo ilegal, en particular, a Croccxifixio de Lena y Dante Clericuzio. Su plan es legaliza las apuestas y los juegos de azar en todo Estados Unidos por medio de sobornos a políticos que legislarían en favor de su proyecto. El Don tiene tres hijos varones: Giorgio; el hijo mayor, Petie; su segundo hijo, Vincent y el difunto Silvio. Rose Marie es la única hija del Don y es la causante de grandes problemas para la familia. Ya que, cuando era joven, a sus dieciocho años, se enamora de Jimmy Santadio; hijo mayor del jefe de la familia rival. Rose Marie y Jimmy se habían ido a vivir juntos en el motel Commack. Rose Marie, en su inocencia, deseaba subsanar la rivalidad entre ambas familias e invita a su hermano Silvio para que tenga un encuentro reconciliatorio con Jimmy. Silvio fue solo al motel y es asesinado por los hermanos de Jimmy: Fosa e Italo Santadio. No en pese a la muerte de Silvio, Rose Marie continúa sus aspiraciones de reconciliación entre ambas familias y procede a casarse con Jimmy en la mansión de los Santadio. Para este momento ya se encontraba embarazada de Jimmy. Pippi de Lena (sobrino del Don) desarrolla un plan para vengar la muerte de Silvio. Este participa en la boda y junto a un escuadrón de veinte hombres matan a Don Santadio y sus hijos. Tras la muerte de los Santadio, el camino queda despejado para la familia Clericuzio en los negocios. Rose Marie como resultado del asesinato de su esposo enloqueció y cuando tuvo a su hijo Dante le sembró semilla del odio contra Pippi de Lena. Pippi estuvo casado con Nalene y procreó dos hijos: Crossxifixio (el mayor y de la misma edad que Dante) y Claudia. Al Pippi separarse de Nalene se queda con Cross y ella con Claudia. Esto provoca un distanciamiento entre la niña y su padre durante toda la novela. Crossxifio y Dante entran a la mafia después de cometer los respectivos asesinatos que se le exigen para que se consume el proceso de iniciación. A Cross le toca asesinar al joven que mató a la hija de Walter Waven (el gobernador de Nevada y un importante activo político de la familia), mientras que Dante asesina al Big Tim, un estafador que estaba planificando arreglar los partidos de la NFL, atentando así contra la legalización de las apuestas a las que aspiraba la Familia Clericuzio.  Crossxifixio, llamado Cross la mayor de las veces en el texto, se vuelve copropietario del hotel Xanadu en Las Vegas después de la muerte de Gronevelt (dueño del hotel), para quien trabajaba como cobrador de deudas del casino. Esto lo hace muy rico, con un patrimonio que asciende a unos quinientos millones de dólares. Dante después de ser iniciado en la mafia se le permite dirigir el enclave del Bronx. Claudia entra en la industria del cine como productora y conoce a la actriz más hermosa y famosa de aquel momento: Athena Aquitane. Athena tuvo un tormentoso matrimonio con Bob Skannet (una  estrella del futbol y proveniente de una familia bancaria acaudalada de Texas). Este individuo amenazó con tirarle acido a Athena mientras ella caminaba por una alfombra roja de Hollywood. Esta acción hace que Athena desista de continuar su grabación de la película Mesaline, la cual tiene una importante inversión de unos 50 millones de dólares. Eli Marrion, dueño de los estudios LoddStone, decide asignarle seguridad privada a Athena, por lo que le encarga a Andrew Polland (dueño de Pacific Ocean Security en la empresa de seguridad más prestigiosa de la costa Oeste) vigilarla. A Bob Skannet le ponen una orden de protección y el detective Jim Losey entra a vigilarlo. Tanto Polland como Losey se encuentran en la nómina de la mafia. Tras varios intentos de persuadir a Skannet para que desista su hostigamiento contra Athena, Claudia decide presentarle la situación a su hermano. Cross queda impregnado con la belleza de Athena, se enamora de ella y no encuentra otra salida al problema que asesinar a Skannet sin el consentimiento de la Familia Clericuzio. Athena le paga a Cross con un encuentro sexual que este disfruta tanto que no le permite volver a separarse de ella el resto de la novela. Así desarrolla una relación íntima en la que conoce a su hija Bethany quien estaba internada en un instituto para pacientes de autismo. Esto para protegerla Bob, quien pensaba que estaba muerta y enterrada en el desierto. Cross compra la película Mesaline por cincuenta millones y contrata a la abogada Molly Flanders para que se encargue de la transacción. Flander era la defensora de Ernest Vail, un escritor que había vendido la representación de una de sus novelas a la LoddStone y que ahora deseaba que se diera una partida económica mayor para él y su familia. Bobby Bantz, presidente de los Estudios LoddStone, se la niega y Vail amenaza con suicidarse. Tras ciertas discusiones, Bantz permite que Vail, Flanders y Claudia visiten a Eli Marrion (recordemos que es el dueño de la LoddStone)  en el hospital, logrando en el lecho de muerte un mejor acuerdo para Vails. Acuerdo que Bantz, después de la muerte de Marrion decide no seguir. Vails procede a suidarse en el consultorio médico de un amigo dentista. El Dr. Kenneth Kaldone le permite sacar copia de la llave de las oficinas y utilizar la maquina de anestesia con toda su potencia durante un fin de semana para provocarle la muerte. Bantz decide recuperar la película de Mesaline y devolverle el dinero a Cross. Lo que provoca la molestia de este y desarrolla un plan junto a David Redfellow y la familia para vengarse. Una joven de nombre Johanna seduce a Bantz y luego lo delata a la policía por acoso sexual a una menor de edad. Así la carrera de Bantz queda destruida. Dante, junto al detective Jim Losey matan a Pippi de Lena aparentando que fuera un asalto por un negro de barrio. La muerte le parece demasiado sospechosa a Cross quien averigua que el asesino fue Dante. Por lo que desarrolla el plan para vengarse de ambos. Este cuenta con la ayuda de Lia Vazzi quien estaba siendo acosado por el detective Losey debido a que participó en la muerte de Bob Skannet. Cross desarrolla una gran fiesta en el Hotel Xanadu como celebración de la culminación de la película Mesaline. A esta asisten todas las estrellas y una serie de invitados especiales entre los que se encontraba Dante. Este junto a Losey ven la oportunidad de matar a Cross y tener un encuentro sexual con Athena. Como resultado Cross logra asesinar a Dante y Lia Vazzi a Losey, logrando así vengar la muerte de su padre. Como Cross había asesinado al nieto de Don Clericuzio tendría que rendirle una explicación y atenerse a las consecuencias que podrían llegar hasta su muerte. Frente al Don este explica que Dante mató a su padre y era su deber vengarlo. El Don condena a Cross a estar fuera de la familia por siempre y le perdona la vida. Cross decide irse a vivir con Athena a Francia, quien se había mudado para allá en busca de mejores ayudas para la condición de su hija. La novela termina con el Don en su lecho de muerte reflexionando como su plan hasta cierto punto se consumó y Cross, su descendiente, tendría una vida feliz, lejos de la familia en un mundo legal.

Siempre me ha parecido importante, más allá de resumir una novela, exponer que aportó esa lectura a mi vida, que aprendí o reflexioné durante el proceso de lectura. El último don me llevó a comprender las dimensiones del poder que puede existir dentro de la belleza. En particular, dentro de la belleza de una mujer, representada en la actriz Athena Aquitane quien se vale de sus cualidades físicas para enriquecerse con grandes papeles dentro del cine y logra deshacerse de su fastidioso exmarido, seduciendo a un mafioso que lo desaparece. En la lectura, Athena consciente del poder de su belleza se maquilla y viste de una forma que la reduzca en cierto momento para evitar llamar la atención.

La novela me hizo comprender el valor de la omerta o ley del silencio para el mundo mafioso y pude imaginar o intuir que esta ha servido de influencia para lo que  a modo criollo llamamos el no chotear o cooperar con la policía dentro del mundo del narcotráfico local. Y es que la omerta es la piedra angular que sostiene la secretividad y funcionalidad de la mafia, sin esta, la mafia no hubiera sido efectiva e impune ante la ley en cierto momento histórico.

Otro tema importante lo es la corrupción policiaca, representada en el personaje de Jim Losey. Este era un detective ejemplar que se dejó corromper por el dinero y el poder que la mafia le ponía a su disposición. ¿Cuántos policías así, de esta calaña, habrá entre nosotros? Dado que el motor de la corrupción policiaca son los bajos salarios que recibe la policía.  

Otro aspecto que me hizo reflexionar, es la idea que tenía don Clericuzio sobre el poder que le otorgaba mafia sobre la vida y la muerte de otras personas. Hasta cierto punto tenía la capacidad de ordenar un asesinato y salir ileso e impune de esos actos.

La lección más importante me la dio el personaje de Don Clericuzio, quien después de construir todo un imperio dentro del mundo ilegal, su mayor aspiración era que sus descendientes abandonaran la mafia y disfrutaran de sus riquezas dentro una sociedad legal a través de los ingresos económicos que les otorgaría la industria del juego. Lo que me lleva a pensar que la aspiración todo ser humano debe ser, disfrutar de una vida tranquila y llena de riquezas, olvidado de las emociones fugaces que produce hacer lo ilegal. 

José Israel Negron Cruz

14 de agosto de 2022


Mi hija es una gran lectora

 Mi hija es una gran lectora, ese y el dibujo son sus fuertes. Suele sentarse con un libro en la mano a leer un cuento infantil y yo la miro embelesado, devorando letras, entonces yo retomo mi lectura también. Por las noches siempre me pide que le lea uno o varios cuentos y yo por lo regular la complazco, aunque a veces le digo: “mija ya tu sabes leer” ya es hora de que leas los cuentos por cuenta propia. Entonces me dice que le gustan los cuentos en voz alta y ella lee en silencio. Nunca le he dicho que yo hago cuentos, por alguna razón pienso que no es ético, decirle a tus hijos que haces lo que le entretiene. Tampoco se lo comento a mis estudiantes y río en silencio cada vez que me reclaman: “usted nos manda a construir cuentos, ensayos y poemas, por qué no los hace usted para que vea que no es tan fácil”. Nunca les daño la ilusión de sentirse creadores de algo nuevo y les confieso, he leído bastante cuentos en mi vida y los mejores, los más que me han gustado han sido de mis estudiantes. Nunca olvidaré el que construyó Maribel el año pasado, dirigido a Julia de Burgos. ¡Fue excelente! A veces me preguntan si leo sus trabajos, entonces vuelvo a reir, no los leo, los devoro. Aunque bueno, reconozco que no todos nacen para las letras. No sé a que se dedicara mi hija en el futuro, ni mis alumnos que también son mis hijos en muchos de los casos. Al final del día, educar es amar y contar es compartir. Por eso educo y narro continuamente. Espero se duerman tan felices como yo, lleno de cuentos, poemas de amor y ensayos académicos… Descansen tranquilos mis hijos, que el “Cuco” emigró pa’ Florida porque aquí se quedó sin empleo.

23 de noviembre de 2014

Pedro Albizu Campos / Juan Ángel Silén (Comentarios de José Israel Negrón Cruz)



    Conocí a Juan Ángel Silén hace dos décadas, cuando era estudiantes de Ciencias Sociales en la UPR. En aquel entonces tenía la costumbre de mandarte a leer en el curso los libros que él escribía. Yo pensaba que era una táctica para hacer dinero, quizás todavía lo pienso y no tiene nada malo. Me gustaría volver a ese tiempo y poder comentar de tú a tú sus letras, pero ya es tarde. Hoy hice la lectura de su libro Pedro Albizu Campos y me di cuenta de los muchos puntos de contacto que tiene con el pensamiento del José actual. Hace dos décadas me hubiera parecido un sacrilegio analizar, hasta cierto punto, como una figura romántica a Don Pedro, pero eso ya pasó. Me sentí cómodo con la lectura cronológica de Silén que nos lleva desde la infancia sin madre que tuvo Albizu, detalle que acabo de aprender, hasta su muerte y conversión en mito puertorriqueño. Por razones obvias nunca conocí a Don Pedro, pero si tuve la oportunidad de compartir con Rafael Cancel en diversas protestas y una vez con Lolita Lebrón, específicamente el 15 de octubre del 2009 en la protesta contra la Ley 7. Rafael siempre me impresionó por lo grande y fornido a pesar de su edad y , por supuesto , por lo convincente de su expresión oral. Hoy pensé en ellos cuando llegué a la etapa final de la vida de Albizu e inevitablemente surgió el tema del ataque al Congreso el primero de marzo de 54. Hoy, todos los que he mencionado en esta publicacion están muertos, pero siguen presente en el océano de mis recuerdos.

18 de octubre de 2021

La amante de Gardel / Mayra Santos Febres (Apuntes)

La primera vez que vi a Mayra Santos-Febres fue junto a Arturo Pérez-Reverte en la presentación de la novela La Reina del Sur. Fue en el año académico 2002-2003, yo era prepa en la UPR y el profesor Manolo Febres, quien una vez me dijo que tenía un parentesco sanguíneo con la escritora, me había asignado la tarea de ser el anunciante del salón. El trabajo consistía en ir por toda la Universidad “pescando” anuncios para presentárselos a los compañeros de clase. Así fue como me enteré de la presentación del libro de Pérez-Reverte en donde participó Santos-Febres, la autora de Cualquier miércoles soy tuya, aquella hermosa noche en Casa España, cuando el País aún no caía en la quiebra, cuando todavía no había pasado la Ley 7 y ni siquiera se había implementado el IVU. Eran tiempos felices en donde no teníamos problemas de natalidad y había que hacer campaña para que las hembras de la Isla no se embarazan de tanto muchacho desde la adolescencia al ritmo caliente del perreo en las fugas escolares y discotecas. Mayra salió aquella noche llena de vida, risueña, con un cigarrillo en la boca interpretando uno de los personajes de la novela de Pérez-Reverte. Hubo risas, hubo un momento ameno, se dialogó sobre la novela y luego se firmaron libros de $23.95. La gente hizo fila mientras yo comía unos entremeses caros, no recuerdo bien que eran, pero si eran de Casa España, debían ser costosos. Después de eso pasó una década y media hasta que nos azotó el huracán María, nos quedamos a oscuras y Mayra escribió Antes de que llegue la luz. Aquella sería la primera novela (pensé antes de leerla, luego novela biográfica (cuando comencé a leerla) y finalmente lectura biográfica que haría de la escritora. Con ella rememoré las angustias del huracán, me enteré de algunos detalles personales de su vida y se me clavó una pregunta entre ceja y ceja: ¿Por qué los hombres enloquecen cuando muere su padre? No lo sé con certeza aún, pero de qué cuando me tocó, enloquecí, ciertamente enloquecí. Ese libro me lo prestó la profesora Sol Guzmán, junto con La amante de Gardel en uno de esos intercambios no estipulados. Yo le presté uno de Elidio la Torre Lagares y ella me pasó dos de Mayra Santos-Febres. Esta semana le tocó el turno a La amante de Gardel: novela en donde una joven negra ( por supuesto) se enamora… bueno no sé si se enamora, de hecho ni siquiera ella misma, Micaela Thorné, sabe si se enamora de Gardel. De que se lo tira, se lo tira. O tal vez Gardel se la tiró a ella. Gardel, aquel hombre que era el Daddy Yankee de la época, quizás más bien el Ricky Martin… tal vez una mezcla de los dos o en realidad nada que ver con los cantantes actuales. Ella se mete con el cantante guapo y pegado del momento debido a que su abuela bruja, curandera, experta en plantas medicinales, es solicitada para un servicio cuando este llega de gira a la Isla. Esto, metido en el contexto histórico de los años treinta cuando los negros en Puerto Rico no podían entrar por la puerta ancha de un hotel, cuando los niños campesinos tenían lombrices y se quería esterilizar a las mujeres como mecanismo de salida de la pobreza. Esto, cuando Pedro Albizu Campos, un negro letrado con suerte (como dice la abuela de Micaela), le llegó aquella carta de Cornelius P. Rhoads en donde afirmaba que los puertorriqueños eran la peor de las razas y había que exterminarlas. Y él personalmente había inoculado a ocho puertorriqueños con células cancerígenas. İEso lo aprendí en la novela! Eso fue un suceso histórico que Juan Ángel Silen, en mi lectura anterior (Pedro Albizu Campos), no me había enseñado. Al final la abuela muere, Gardel muere (¿o muere al principio de la novela?) y la Dra. Micaela Thorné está en la finca La Doradilla esperando la muerte, cerrando el circulo narrativo “in extremis” con arte y precisión. Ahora, sí ahora, me voy a trabajar en mi huerto como Clementina de los Llanos Yabó ( la abuela de Micaela). İBuen día! 

25 de octubre de 2021

¡Píntame las uñas, por favor!

     Ayer fui al garaje de gasolina que se encuentra frente a la sede abandonada del Fondo del Seguro del Estado en Río Piedras. Un joven, que estoy seguro no llegaba a los veinticinco años, me atendió. Fue inevitable que al momento de pagar la cuenta me fijara en sus uñas. Eran largas, muy largas para ser de un hombre. Porque según los estándares de masculinidad que nadie me había dicho, pero que yo tenía muy claros en mi cabeza, el hombre no debe tener las uñas así de largas y menos pintadas. Aquellas uñas, de un segundo a otro, se habían vuelto en una de esas inquietudes innecesarias con las que a veces lleno mi cabeza. “¡Eso es una patería!”, pensé desde el privilegio que me otorga el cada vez menos convencional pensamiento heterosexual. ¿Cómo se atreve a trabajar así?  En mis tiempos, hace apenas veinte años atrás, cuando yo era cajero de esta misma gasolinera, eso no estaba permitido. Me parecía algo obsceno, sucio, trasgresor, el que el tuviera aquellas uñas largas frente a mí. Porque una cosa era que Toño Rosario, un artista consagrado, lo hiciera y otra era que un muchacho cualquiera se tomara aquella libertad “badbuniesca” [1] en sus manos, o para ser más específicos, en sus uñas.

Recogí el cambio, la vuelta, el menudo que me sobraba de una botella de agua y un paquete de hormiguitas azucaradas “Nerds” que de seguro mandarían a volar mis triglicéridos. Sentado en el auto, decidí mirarme la cara en el espejo retrovisor. Vi mis cejas arqueadas, limpias, recién trabajadas por el barbero y recordé que hace casi tres décadas atrás tenía una gaviota en mi frente, una montaña de pelos, en realidad dos, que comenzaban en la ceja izquierda y terminaba en derecha. Si no hubiera sido porque me tomé la libertad de acicalarlas, mi inconformidad existencial hubiera sido mayor en los años rebeldes de mi adolescencia. Para aquel entonces no faltó la crítica de mi familia. Sobre todo, de mi abuela católica, apostólica y romana que le aterraba cualquier atisbo de homosexualidad en mí. Aquello era, según ellos, una clara expresión de mariconería  y eso sin duda alguna, representaba un pecado sucio y malo, una vergüenza para la familia. Pero eran los noventa y yo no iba a dejarme intimidar por convencionalismos sociales de masculinidad ni por convicciones religiosas, además, las cejas acicaladas se habían vuelto una moda entre la cultura del “underground” que comenzaba a florecer en los cassettes que yo traficaba en el Colegio la Providencia en Monacillo.

Eran otros tiempos, como ya dije, y el mundo era mío, o al menos yo estaba convencido de que giraba a mi alrededor. Por lo que me sentía libre y en confianza de mi mismo. Luego vino la depilación corporal y las aguas fueron llegando a su límite con aquella gloriosa masificación de la metrosexualidad en los albores del siglo XXI. Entonces, todos aquellos cuidados estéticos dejaron de ser mariconerías para convertirse en parte de una metrosexualidad convencional y aceptada a duras penas por los mayores. Eran otros tiempos, como ya dije, momentos libres y felices en donde podía arriesgarme a realizar con mi cuerpo aquello que me llamaba la atención y si me gustaba lo adoptaba como una conducta permanente. No había miedo al qué dirán de las lenguas viperinas que con su veneno neutralizan las ganas de ser un nuevo yo. Yo era el criticado con cuero duro, resistente al cuchillo asesino de la esperanza y no el que critica con piel frágil, temeroso de caer en el ridículo social.

Después de toda esa reflexión frente al espejo, me di cuenta que había algo que me molestaba de ese muchacho, que me dolía. Era todo aquello que había cedido en el camino de la búsqueda de una vida “estable”. Aquella libertad innata había muerto, o más bien se había diluido en el proceso de negociaciones con el convencionalismo social. Aquel muchacho tenía en sus manos, específicamente en sus uñas, la libertad que yo había perdido, pero añoraba con fervor que regresara. Así fue como bajé del carro, tomé de la nevera de la tiendita del garage una bebida endulzada con el vodka que me dispara la presión arterial por las nubes y le pregunté: ¿Quién te pinta las uñas mi pana? “Yo mismo”, respondió. Pues te voy a pedir un pequeño servicio. “Te va a costar”, me dijo. Lo miré con la determinación de quien se propone recuperar su libertad perdida y con voz ferviente le supliqué: “İPINTAME LAS UÑAS, POR FAVOR!”

 

José Israel Negrón Cruz

11 de agosto del 2021



[1] Que tiene origen en el cantante Bad Bunny.


Texto autobiográfico de Jose Israel Negron Cruz

No sé para que madrugo un domingo, si nunca voy a la Iglesia, quizás doce años en Colegios católicos me saturaron de misas. Ahora pensándolo bien, soy el único de mis hermanos que se chupó esa longa (proviene del latín: longus, largo). Quizás por eso sea el único de los tres que no va a la Iglesia. Tengo un exceso de días acumulados en el Vaticano y los estoy agotando. Pero algún día tendré que volver, de cualquier manera los sacerdotes siempre me han caído bien y Jesús siempre me ha parecido buena gente. Y al final de cuentas el tiempo agota la rebeldía, la insurgencia y la insubordinación y nos vuelve dóciles, sarcásticos o indiferentes. Sacando históricos ejemplos (como a Oscar). Todo el que me conoce sabe que reparto mucho dinero a los usuarios de drogas, a las organizaciones sociales que siempre me piden un pesito en Burguer Kin, en La Iglesia del Pollo, en los Hacedores de Tacos y en el resto de los restaurantes de comida rápida, foráneos, que se han puertorriqueñizado he introducido en la cultura del pedigüeño.  Después de venderte el combo, te piden un pesito pa’ que cooperes con esto o aquello. Sería bueno preguntarle a mi familia materna, que vive en Estados Unidos si allá hacen lo mismo. Porque no recuerdo con claridad que me pidieran dinero en los “fass fud” de Nueva York o Carolina Norte la vez que anduve por esos lares, con Julito y su prole.
Volviendo a lo medular, me levanto a las 7:00am para ensimismarme detrás de la corcha, como leen y esperar que las nenas se levanten y enciendan algún televisor que dé señales de vida en la casa o empiecen con sus risas y  correteos.  Luego aparece Mildred desgreñá (una composición del prefijo des y del sustantivo greña que forma el significado: despeinada). ¡Así no me vendieron originalmente el significante! (chiste interno para maestros de Español, estudiantes de lingüística, literatura y todo nerd  que no tenga nada más importante que hacer con su vida y entienda la connotación lúdica). Se cepillará y antes de bañarse hará un desglose de los gastos que competen al día: “hay que comprar los materiales de Sofía para la escuela y tienes que llevarla mañana” – Lo sé coño. Ve y compra huevos para el desayuno, pan y jugo”. Échale 40 pesos de gasolina al carro y no te tardes que todas nos levantamos con hambre. Después pregunta ¿dónde están las pantallas de Sofía? Tienes que comprárselas porque esas se las mandó la mamá y son de “esteinles estil” .–Primero me la enviaban con prendas de oro, se le perdían, luego de plata, se le perdían. Y ahora de “estainles estil”. ¿Qué carajos es el “estienles estil”? No es con eso que hacen las ollas. La nena de la esquina vendía cuchillos y eran de ese material. ¿Cuánto valen unas pantallas de estainles estil? Entonces Mildred vuelve con la “jodeera” (proviene del verbo joder y me acojo a la segunda definición de la vigésima primera edición de la RAE: que equivale a molestar.)  ¿Y qué pasó? me pregunta. -Bueno, estaba dando clases en la Unviersidad, ayer y pues se le cayeron, ¡que se yo! Es muy temprano pa’ estar jodiendo con esa pendejá de pantallas de estainles estil. Fin del tema. 
Bajo las escaleras y miro la grama alta y siempre pienso que tendré el tiempo para recortarla y así ahorrarme algo de dinero con el jardinero. Pues mi padre era jardinero, esto presupone que al menos debo saber manejar un “trimmer”. Aunque en teoría tengo seis días de trabajo fijos a la semana y el domingo pues… ya ven. Se lo dedico a escribir o sacar el día para pasear con las nenas. Miro el reguero que me dejaron los perros anoche porque tienen la costumbre de que aunque uno los “jarte” de comida, Los “hijue tuta” siempre me rompen la condená bolsa de basura y la riegan por la escalera y la terraza. Tengo muchos perros  y la “chingá” (expresión de Mildred, supongo que así  le dicen a las perras en Cidra) de Pulga-Nieve está preñada por tercera ocasión en el año, como una fabrica incontenible de perritos. Parece que las perras oriundas de Cidra son más fértiles que las demás, quizás como aquello es campo, me imagino que se pueden reproducir a su gusto. Acá en la ciudad, no. Todo últimamente debe ser civilizado, necesariamente no culto (como diría Pedreira en Insularismo), pero sí civilizado. Es decir que los perros no deben ladrar y si lo hacen que sea bajito. Que el pasto en teoría no debe crecer mucho porque afea. Los carros deben estar siempre limpios y si sacas a pasear a los caninos y cagan en la tierra, pues debes recogerlo con una bolsita de “maricona” plástica (bolso de mano para hombres). Porque algún genio de la capital cambió el sustantivo excremento que en que Corozal mi abuelo le decían abono y cuando era domingo le llamaba composta, acá es un contaminante o basura, un estorbo por el cual te pueden multar. ¡Hay que ser bien “mamabicho” para pasar unas leyes así! Por mi madre que el autor vivía en Condado que es donde único tiene espacios habilitados para las bolsitas de mierda de perro y los zafacones públicos compactan la basura con energía solar.
Por algunas de esas vueltas extrañas que da la vida, terminé viviendo en la misma casa que mi abuelo le compró a mi difunto padre o algo así me contaron, porque mi familia paterna no es de hablar mucho. Cuando llegamos a Landrau, la casa de enfrente era un punto de drogas, la del al lado era la titi Ana, que hoy la recuerdo en sus últimos años y veo a Aya. También tenía como vecinos al final de la calle a los de Villa Crack: comunidad de usuarios de drogas en Monancillos que ubicaba al final de la calle Duina después del chutin de los tecatos. Eso era Landrau, la finca del penúltimo alcalde de Rio Piedras cuya fortuna se desperdicio después de su muerte y todavía hay una que otra propiedad perdiéndose en el litigio de los herederos. Recuerdo que podía pasar horas mirando a mi padre sin que ninguno de los dos nos dijéramos nada importante, luego empezaría su peleíta cotidiana con mi abuela y así se le fueron los últimos años: entre el hospital y las peleas con “Aya”.  Que después de la muerte de mi papá fue perdiendo el impulso y se ha venido deteriorando mentalmente, entre la melancolía que le causa la ausencia de mi papá, la senilidad y el ocio de no tener ya nada más importante que hacer, que comer, ver televisión, dar algún paseo rutinario con su hija y mirar a Sofía crecer. Debes en cuando me manda hacer una que otra tarea y siempre me dice que pensaba que yo había muerto (no es la única que siempre me está matando, pero pues aquí sigo). No sé si me lo dice en serio o en broma porque ella también solía tener un humor pesado, parecido al mío, pero ha llegado a un punto que ya no sé cuando me habla en serio o en broma como parte de su condición de salud mental. Es extraño y como me dijo uno de los Landrau (Rafael): “ya no es la misma”. Siempre que llego de trabajar, me asomo a la ventana a ver si está o ya se la llevaron al asilo del cual todavía no sé el nombre. Me enteraré por una tercera o cuarta persona el día que llegue y no la encuentre o tendré que preguntarle a mami o cualquiera porque todos saben más que yo, acerca de lo que le depara a la persona que me educó, formó y crió. Quizás porque estoy siempre trabajando y todo ocurre en la mañana, quizás porque yo no sea lo suficientemente comunicativo o al final del día no me interesa prácticamente hablar con nadie, acerca de ningún tema personal y simplemente actúo de forma reaccionaría después que las cosas pasan. Debe ser porque estudié literatura y no medicina. Los muchachos de Ciencias Naturales siempre suelen ser calculadores y formulan hipótesis de manera natural en su vida cotidiana aplican el método científico. Los de literatura somos reflexivos y solemos actuar después que ocurren los sucesos, como entes reaccionarios, así es la naturaleza y las fortalezas y debilidades de cada individuo….
Pero bueno, ya basta de quejas, y de temas que a nadie le importan mucho, una de las chicas me preguntó quien fue Nelson Mandela, Mildred me preguntó porque algunos negros querían ser blancos. Cuando fui al caserío a comprar los huevos me preguntaron si el término “razafobía” estaba correcto. En fin soy un “todólogo” como diría mi hermano Juan que creo que ya es TS o será TS (trabajador social). Porque no sé como le fue en la práctica y no ha vuelto hace algunos meses a realizar tareas en casa de Aya. En fin, creo que es una de esas pocas personas que puede sostener una conversación conmigo por más de media hora. Pero al igual que yo, tampoco suele ser comunicativo, bueno es que los muchachos de CISO (Ciencias Sociales) suelen tener una personalidad particular la cual no voy a definir por falta de tiempo….
Lo que sí definiré es que primero: Mandela fue… segundo: algunos negros quieren ser blanco porque según los estudios realizados por el teórico Fanon… y tercero: “el término convencional es xenofobia, pero al final importa un carajo, porque los muchachos del caserío entienden más lo de “razafobía” que la pendejá de xenofobia. Y creo que me haces la pregunta por joder Cuba (en el Res. Vista Hermosa) porque dada la pertinencia y el contexto de esta conversación, puedes llamarle como te dé la gana. Porque los diccionarios se hicieron pa’ joder. Y yo presuponía que usted sabía más que yo, porque era cubano”…


Me voy a bañar que la doña y la nena quieren ir al cine. 
¡Bonita tarde a todos!

Jose Israel Negron Cruz
10 de diciembre del 2013